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miércoles, enero 12, 2011

38ª entrega


- Idiota es el que golpea.



- Tonto el que encaja...


- ¿Qué os pasa? -Se interesó Ricardo al tiempo que miraba por el alargado espejo retrovisor del interior del vehículo-
- Nada... Que nos hemos dado con el codo a la vez.
- Eso es bueno...


- De que manera iba ha serlo... -Respondí-


-... Es señal -continuó Ricardo- de que mantenéis una relación sana, que fortalecéis a través del juego.


- La señal es dolorosa, la relación va enfermando, y la debilitamos con el juego... Es mi impresión en este preciso momento. Mi nombre es Abel.


“Acerté ha decir embriagado por el dolor que me devoraba el brazo, al cual agarraba acariciando, con verdadera devoción.”


- Se supone que nos realizamos jugando, y que los juegos elegidos en la infancia marcan la personalidad de uno como persona. El juego, incluso con cierta dosis de violencia, es un rol de comportamiento de lo mas normal.


“Vaya, vaya, con el hombre. Parecía una caja de sorpresas con cuatro ruedas y una placa en la que se rezaba SP. Sin Pudor, supongo.”


- Tiene usted una teoría particular que encaja en mi forma de pensar, me siento cómodo con ella. Sin embargo no creo que el juego, modele al ser humano al cien por cien. -Agregué-

“Ricardo el taxista se integró con fluidez en el trafico de una calle principal, buscando el carril mas conveniente para nosotros... Supongo.”

- Quiero decir que quizá podamos “pulir” una personalidad arisca gracias a ciertos juegos agresivos. Si un niño experimenta el “placer” de destruir con supervisión adulta, es muy probable que al cabo de un tiempo su interés se aburra con conceptos como: Guerra, pelea o lucha, y se sienta atraído hacía la creatividad como forma de juego y estilo de vida. Es como si domesticáramos la violencia convirtiéndola en un instrumento socializador.






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