Galería virtual Abel Corchero Vázquez+El lobo gallego.: abril 2011

miércoles, abril 20, 2011

Rincones

Horas y más horas que pasamos en ciertos rincones que acabamos personalizando, actividad frenética en ciertos momentos, bloqueos diarios ante el soporte en blanco. Rincones de nuestra vida que observan mudos nuestros aciertos y nuestras caídas ante los desafíos que nos exceden.
Nos habituamos al entorno con facilidad, los conocemos al dedillo, en sus cajones reina el orden dentro del caos. PCs, impresoras, discos duros externos y demás parafernalia informática campan a sus anchas por el escritorio. Lápices, saca-puntas, gomas de borrar, bolígrafos de distintos colores merodean por doquier.
Hay días en los que anhelamos llegar a ellos para terminar de desarrollar la idea que nos bulle en la cabeza…
Y de repente…
La tempestad que arrasa de tu mano dicho espacio para ceder tu reino al más grande de tus deseos…


Moden y silla, restos de la tempestad.

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lunes, abril 18, 2011

41 entrega

El lobo Gallego.

“Nos desviamos hacía la derecha con un giro suave de la dirección, y enfilamos la que parecía ser la vía de salida de aquella ciudad que ardía en deseos de volver ha ver, de vuelta de lo que fuera que nos esperará.”

- ¿No creéis... -Intervino Carlos, ya a todas luces hastiado de nuestra disertación imbécil sobre un tema absurdo-... Que os estáis yendo por las ramas cuales micos recién escapados de un zoológico.
Os recuerdo que todo este sermón de análisis barato sobre el papel del juego y la violencia en la vida del homo Sapiens, deriva de un desafortunado codazo que todavía me duele.

- Simplemente “jugábamos” a pasar el tiempo utilizando las palabras como fichas, -le comento el taxista a Carlos- intentando aprender algo más de este juego que es la vida.

- El ser humano no aprende de la vida, es esta la que nos enseña a palos lo bueno y lo malo, de atreverse a dar un paseo por este mundo...

“Una discusión a tres bandas era lo menos apetecible en aquellos momentos.
La conversación languideció apreciablemente a partir de la inoportuna disertación de Carlos. Ricardo se concentro en la conducción y yo me relaje en el amplio asiento.
Pasaron los minutos y abandonamos la capital, comenzó ha caer de nuevo una fina lluvia que investía al paisaje con una patina nostálgica que me transportaba a épocas pasadas.
El mar iba dibujándose con trazos decididos frente a nosotros al tiempo que la urbe se perdía a nuestras espaldas.
En la superficie exterior del cristal de la ventanilla se deslizaban gotas de agua, fusionándose unas con otras para formar regueros que descendían diagonalmente al sentido de la marcha, pequeños regueros turbulentos fortalecidos por la corriente de aire generada por el avance del vehículo.
El vaho era como una fina gasa en el lado interior del cristal, reflejo de mi respiración y de la diferencia de temperatura con el exterior...”

- ¿Aproximadamente cuanto nos queda de viaje?

“La pregunta de Carlos me arrebató de la contemplación casi mística del paisaje gris que nos envolvía bajo la tenue luz de un medio día cubierto de gruesos y amenazantes estratonimbos.

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