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viernes, enero 29, 2010

El lobo Gallego. 19ª entrega.

El lobo Gallego.

Medias verdades y leyendas familiares, Pequeñas historias de un tiempo perdido en si mismo.


Quizás mi subconsciente intentaba poner en orden todo el barullo de datos que en las últimas horas me habían saturado.
Las preguntas revoloteaban como buitres en el cielo a la vista de posible carroña. ¿Qué hubiera sido de mi, en el supuesto de haber nacido en Galicia? ¿Sería un puto traficante? ¿Fumaría todo el día tabaco rubio de contrabando? ¿Era todo tan turbio como lo contaba Carlos?
¿Hasta que punto podía creer en lo que dijera un Cura fornicador? ¿Hasta donde serían capaces de llegar en caso de enfrentamiento? ¿Hasta matarse? ¿Cuál era el verdadero motivo de la disputa? ¿Dinero? ¿Pruebas? ¿Se escondía algo en casa de la abuela? ¿Porqué sentía la suficiente curiosidad como para estar dispuesto ha involucrarme? ¿Dónde dormiría al llegar a tierras Gallegas? ¿En casa de la abuela? ¿Actuaría Antonio a la primera oportunidad? O por el contrario ¿Esperaría a que se vayan los familiares periféricos no implicados? ¿Porqué sentía un acuciante deseo de venganza canalizado hacia tía Claudia?
Preguntas y más preguntas... Al fin dejaron de revolotear como aves carroñeras sobre mi mente... y observe a través de mi lagrimoso campo visual, que la locomotora y todo el convoy habían desaparecido al atacar una curva a la derecha.
A lo lejos podía ver un pequeño pueblo débilmente iluminado ensartado como una minúscula joya en una pétrea y oscura serranía... “

"La historia familiar forma el poso del individuo."

- Cierra la ventana. -Ordenó Carlos- ¿Es que quieres congelarnos?

- No es mi intención. -Afirme severamente- Además creo, que tú deberías también sacar la cabeza por la ventanilla, despeja cantidad y refresca.

- No gracias.

“Subí la hoja de la ventanilla y la cerré, le pase el porro y me tumbe utilizando mis manos de almohadilla.”

- ¿y? -Pregunte-

- ¿y? ¿Qué? -Me miró Carlos, y a continuación dio dos profundas caladas al peta-

- Anda tío, asómate a la ventanilla durante unos minutos para poner ha refrescar tu memoria... Juan, tío Juan. ¿Le suena a su excelencia este nombre?




- ¡Ostias, es verdad! -Caía Carlos en la cuenta- por un momento he creído que era mi memoria la que se perdió entre los raíles.

- Pues la habrás esparcido a lo largo de unas buenas decenas de traviesas. Búscalas y cuéntame todo lo que sepas de tío Juan.

- En estos momentos esos recuerdos descansan arrojados a lo lago de medio kilómetro de travesaños ferroviarios.

- ¿Quieres que tire de la alarma?... Les puedo decir que es una cuestión de vida o muerte... ¡Oye! Que mi primo ha expulsado sin darse cuenta su preciada memoria en el inodoro.

- Eso me gustaría verlo. -Aseguraba Carlos-

“Pese a mi cansancio me incorpore de un salto, Carlos hizo lo propio apenas un segundo más tarde asiéndome del brazo.”

- ¿Dónde crees que vas? -Me preguntó visiblemente aturdido-
Empezó ha despreciar ese viento cargado de salitre que le azotaba la cara. Dejó de sentir la mas autentica sensación de libertad que experimentara jamás, al cabalgar sobre las cimas de las olas de una mar enfurecida.

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(Página 34)

lunes, enero 25, 2010

18ª Entrega.

El lobo Gallego.

- Por mi de acuerdo, -respondí- por cierto, no se como lo vas ha encajar, si te pregunto por el tío Juan... ¿Es tocayo del Tío Antonio, no.

- La respuesta es afirmativa, en el tiempo ha demostrado ser un fiel baluarte del “Guindilla.”
¿Qué sabes de él?

“El reflejo de la luna bailó fugazmente en una laguna.”

- Poca cosa, nunca lo he visto, las dos veces que he visitado a la familia él estaba ausente. Se por mi madre que es el segundo de los hermanos, que estuvo en Rusia con la división azul, y que es bastante inestable.

“Encendí el “peta” mientras la luna se cubría las vergüenzas con una nube.”

- Sabes... te voy ha contar algo interesante sobre su vida. Y entérate de que lo que a continuación te narrare, no lo sé por ninguna confidencia hecha en un tenebroso confesionario, lo oí de sus propios labios...
"no lo sé por ninguna confidencia hecha en un tenebroso confesionario...
..."

- ¿Y? -inquirí-

- ...Antes debo atender una acuciante necesidad fisiológica... Me meo...

“Carlos abandonó el compartimiento y cerró con fuerza la puerta corredera tras de si.
Haciendo un supremo acopio de fuerza de voluntad me incorpore hasta quedar sentado, di dos caladas al porro y me levante. Baje la ventanilla, y un gélido viento nocturno me abofeteo sin piedad la cara.
El tren en aquellos precisos momentos comenzó ha entrar en una pronunciada curva, yo medio asome la cabeza por la abertura de la ventanilla y de mis ojos empezaron ha brotar lagrimas casi de inmediato.
Pasados unos segundos pude ver toda la longitud de aquel convoy ferroviario amoldándose a la curva, todos y cada uno de los vagones aparecían iluminados cual árboles de Navidad, gracias al efecto distorsionador que producían en mis ojos las lagrimas arrancadas por el helado viento.
Mientras la locomotora tiraba con fuerza de los vagones, mi mente se iba liberando y quedó literalmente al ralentí. La sensación de frío, de velocidad, y la belleza plástica de aquel tren cortando la noche como una flecha en busca del blanco, me extrajo de la realidad de aquel habitáculo.








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(Página 33)

miércoles, enero 13, 2010

El lobo Gallego. 17ª entrega

El lobo Gallego.

"El tren aullaba a la tímida luna que jugaba al escondite..."


- ¿Yo? -Me revolví y mire a Carlos- ¿Qué podía pensar de mi persona aquel puto gusano policía?

- ...Mientras que tú, -repetía Carlos- le mereces a su microscópico cerebro la capacidad de ser un vándalo, un anarquista sin prejuicios, un potencial terrorista...

- Y ha llegado ha esa conclusión, -no pude evitar la intervención- por el simple y pequeño detalle de haber nacido en Heuskal-Herriak, y por criarme entre Vascos...

- Imagino que así es, ya sabes lo que opina ese energúmeno de todo lo Vasco. -Me confirmó Carlos-

"reprimí mis instintos animales, oculte en un recóndito lugar de mi mente los salvajes deseos de golpearle fuerte"


- Ahora que lo dices, -comencé ha divagar- recuerdo que cada vez que nuestras miradas se cruzaban, percibía que en ese terreno erosionado y árido que es su mente, florecían dudas hacia mi persona.
Nunca cruce con él más palabras que las inevitables de presentación inicial. Hola... Que tal estas... Y todos esos absurdos tecnicismos verbales que a mi no me interesan lo mas mínimo.
Normalmente, si me es factible evitarlo, no tengo la nefasta costumbre de platicar con gusanos, aunque sea de mi sangre y vista de uniforme.
De todas maneras, con la que si mantuve una frugal conversación fue con Inés, por aquella época mujer recién casada y en avanzado estado de gestación. ¿Lo recuerdas?

- Lo recuerdo. -Afirmó Carlos mientras me ofrecía un poco de hachis para que liara un porro-

- Es muy probable, -busqué un cigarrillo- que lo que me atrajera hacia ella para conversar, fuera el hecho de haberse dejado preñar por un elemento del calibre de Maximiliano.
Aquella relación me resultaba increíble, ya que siempre he considerado a las mujeres como norma general, y fíjate que digo como norma general, más inteligentes, más maduras, más interesantes, y con más prejuicios que los hombres a la hora de irse a la cama con cualquiera.
Pero esa pava, pude comprobarlo en dos minutos, hacia añicos esa regla y se mostraba tal como era, una descerebrada.
Mirando su dilatada tripa, tuve la morbosa idea de darle un fuerte golpe que la dejara sin sentido, para a continuación llevarla a un hospital a que le hicieran una ecografía y así satisfacer mi curiosidad por saber que hostias seria lo que esos dos desgraciados traerían al mundo.
Pero reprimí mis instintos animales, oculte en un recóndito lugar de mi mente los salvajes deseos de golpearle fuerte en la cabeza, y te utilice a ti como excusa perfecta para abandonarla en medio de aquel salón.

“Dicho esto, humedecí la pega con la lengua y me líe el porro.”

- Decididamente, estas de atar. -Me miró con una sonrisa en los labios-

-Y tú crees que me voy a preocupar, si en ti me puedo comparar.

- Vale, vale... Haya paz. ¿De acuerdo?






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(Página 32)

miércoles, enero 06, 2010

El lobo gallego 16ª entrega.








El lobo Gallego.

- Apuntas hacia una posible homosexualidad. -le interrumpí por millonésima vez- lo sabe su mujer.

- ... Más o menos... Pero esa es otra historia.
A partir de su ingreso en la policía, su misión a consistido en patrullar calles, y controlar el “trafico” rodado. Otro tipo de trafico le resulta a su capacidad mental un reto infranqueable... A todo esto, necesito que me expliquen como un cuerpo militar pudo ser bautizado como “civil” en la pila bautismal de alguna hereje iglesia Católica. Después de los tres santos misterios de la sagrada Trinidad, es el mayor acertijo concebido por la prodiga mente humana...

- A mi no me preguntes. -Me señalé devotamente- la teología no es mi fuerte, pero si quieres de pútridas mentes humanas sé...

- No me interesa. -Me atajó Carlos- al igual que no le interesa a “Maximiliano” rozar en exceso ciertas cuestiones familiares, ni a ciertos miembros de esta familia.

- ¿Sabes si alguna vez a reprimido manifestaciones, o protestas populares? -Sentí curiosidad-

“El tren silbó al pueblo que atravesábamos, no quise mirar la hora, me encontraba totalmente desganado.”

"Duendes traviesos jugaban con las sombras de los arboles..."

- Si... Aunque no conozco el grado de implicación.

- No puede ser tan deficiente como tú afirmas, -me sorprendí diciendo- y seguro que oculta cartas que juega en otra partida.

- Te equivocas un cien por cien. Nuestro primo policía es más idiota de lo que tú te crees. Por decirlo de una manera comprensible: Es el máximo exponente de la imbecilidad elevada al cubo.
Durante años se le ha escurrido como arena entre sus dedos lo que es obvio y tangible, y sospecha de lo que es más remoto he improbable.
Le gusta reprimir cualquier conato de rebeldía que no se ajuste a los dictados del sistema, y al mismo tiempo, con su peculiar sistema de sopesar a las personas, su tío Antonio y el bloque norte, la abuela y el bloque sur son unos empresarios que casi rozan la normalidad. Con negocios un tanto grises, pero muy aceptables socialmente.
Mientras que tú...



(Página 31)

El lobo Gasllego 15ª entrega.



El lobo Gallego.

“El interventor cerró la puerta del postrero vagón y desapareció de nuestras vidas.”

- ¡Joder que susto me ha dado el muy hijo de su madre! Casi me mata de un infarto, estaba como quien dice en trance.

- Un poco brusco, sí. -Respondí-

- ¿Destino por favor? Será jilipollas, no les enseñan a leer en la RENFE, ¿O qué?

- Es probable... Oye Carlos...

- Sí...

- Tengo una pregunta-leopardo, que me ronda por la cabeza con ganas de pegarle un cariñoso mordisco a mi vapuleada cordura. Es sobre el primo Maximiliano. ¿Qué coño pinta un Guardia Civil en medio de una familia dividida de contrabandistas?

- ¿Contrabandistas solo?


"La noche me susurraba leyendas malditas al oido..."

- Prefiero no utilizar otro termino en el que estas pensando. -Era una de las pocas cosas que tenia claro-

- ¿De verdad quieres saberlo?

- Venga, y procura ser breve. La Biblia ya se termino de escribir hace 1900 años.

- No pinta nada, es una nulidad. Punto.

“La síntesis de mi primo me dejó perplejo, esperaba más verborrea de su boca.”

- Cuéntame algo... -Insistí-... Que yo no sepa.

- Esta bien... Este por desgracia primo nuestro, un día en el que mejor hubiera hecho emigrando, decidió intentar su ingreso en las ilustres filas de uno de los cuerpos de seguridad con mas pedigrí del estado. Y no sé de que manera, lo consiguió.
De verdad que aún a estas alturas no consigo explicarme con propiedad y satisfacción, la forma en que pudo ingresar, si partimos del principio de que las pruebas deben ser exigentes.
O de lo contrario, tengo que suponer que el coeficiente requerido en las solicitudes de ingreso no debe superar la mentalidad de un niño de 10 años.
Debo conjeturar que con saber el nombre de tus padres y saber ponerlos por escrito tiene aprobado medio examen de ingreso. La otra mitad debió aprobarla con la inestimable ayuda de algún mando satisfecho con su buen hacer...

(Página 30)

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sábado, enero 02, 2010

El mal "piko" de Obelix.

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El mal"piko" de Obelix.
Estamos en el año 1992 DC. Todo el mundo conocido yace bajo la bota opresora del nuevo imperio narco-capitalista... ¿Todo el mundo conocido? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles Galotarras resiste todavía y siempre al invasor. Todos saben que la vida no es fácil para las cuatro guarniciones narco-legionarias que les rodean, su fama a volado como el viento por valles y montañas, más allá del alcance del brazo armado del Imperium.

Una reducida partida de guerreros Corsos venidos de una lejana isla, burla la vigilancia nocturna de las patrullas narco-imperiales. Buscan consejos para mantener a raya a las legiones que amenazan su libertad. Mordida por la nostalgia en tan largo viaje, y perseguida de lejos por los imperiales, la partida Corsa llega exhausta y sin aliento ante la puerta de la más famosa de las aldeas.
La puerta esta extrañamente entreabierta, cierto es que los imperiales no se atreven a traspasarla, ya que mamporros y chinchones recibidos, los mantienen en sus campamentos desde hace mucho tiempo.




Un claro de luna ilumina el poblado.

Algo no va bien.
El silencio nocturno se torna ficticio.
El más avispado de los integrantes de la partida Corsa percibe algo extraño en el interior de la aldea.
Una gruesa silueta recortada en la oscuridad arranca de cuajo una pesada puerta con la sola fuerza de sus brazos, y penetra en la choza del Druida... Al rato se oye un estrépito de cacharrería y la figura ataviada con pantalones de gruesas franjas bicolores sale corriendo con un caldero de poción mágica entre las manos.
La partida Corsa ha tenido el tiempo justo de esconderse y no ser descubierta por el grandullón de pantalones a rayas azules y blancas, que corre ha vender al campamento narco-imperial la esencia de la libertad, al precio de unas dosis.

"Al rato se oye un estrépito de cacharrería y la figura ataviada con pantalones de gruesas franjas bicolores sale corriendo con un caldero de poción mágica entre las manos.
..."


Los Corsos se miran pasmados... otra silueta (Edadepiedrix) encorvada por el lastre de los años, y aligerada por la anfetamina, corre tras Obelix, maldiciéndolo por haber robado lo que bien podía sustituir su particular droga por mucho tiempo.

Los componentes de la partida Corsa se rascan el casco sin comprender nada de nada.
Obelix se pierde veloz por el recodo del camino, va directo al campamento narco-capitalista, el caldero de la poción mágica se bambolea con frenesí.

Panoramix, el antaño venerable druida de la aldea, no hecha de menos el caldero de la poción, ya que se haya totalmente ensimismado en la elaboración de pastillas de diseño, que al amanecer venderá en la cola de la pescadería de Ordenalfabetix.

Asterix, el héroe de tantas aventuras, ha cambiado la espada por la jeringuilla, y yace de sobredosis en su sucia choza.

Mientras tanto, en la puerta, el pequeño Idefix aúlla a la luna. Su tono es lastimero ya que su amigo Asterix ya no caza con él, ni sabrosos jabalís, ni amargos legionarios imperiales.
Los aullidos de Idefix son escuchados por Asuracenturix el bardo, que ya no machaca los tímpanos de sus paisanos en busca de la aceptación, cree haber encontrado sentido a su existencia en el interior de una aguja hipodérmica.

Karabella, la mujer del jefe de la tribu, que ahora vende su cuerpo por un poco de olvido, descubre a su vuelta del campamento imperial, donde negocia con sus encantos, a uno de los Corsos. Karabella le ofrece degustar sus ya arcaicos encantos por la módica cantidad de dos denarios.
El Corso retrocede, y tropezando, cae a los pies de sus cada vez más sorprendidos compañeros.
Al mismo tiempo Abraracurcix, jefe de la antaño noble aldea y marido de Karabella, acaba de bombearse la vena con la jeringuilla que comparte con sus porteadores, extrañamente enfermos desde hace un tiempo.
Abraracurcix, antiguamente majestuoso y valiente, antes respetado por sus amigos y temido por sus enemigos, solo teme ahora a una cosa bajo el cielo: No tener nada que inyectarse. Pero como él dice: Mientras haya algo de valor a mi alcance, no va ha ocurrir mañana, ni pasado mañana.

La luna se oculta avergonzada.

Por lo pueda ocurrir, la partida de guerreros Corsos se retira en silencio hacía el bosque, dejando a Karabella debajo de un majestuoso castaño, totalmente absorta con el preparativo de un mal pico.

Lagrimas corren por los rostros Corsos.

El sonido metálico del martillo sobre el yunque marca el nuevo ritmo de la aldea, y sorprende una vez más a los Corsos en su retirada. Exeantomatix, el herrero de la aldea, decide trabajar en medio de la noche bajo los efectos de una buena dosis de Efreda-fina .

El eco se pierde en la lejanía.

Lejos, muy lejos, en su marmóreo palacio, Julio-narco-cesar se ríe a carcajadas coreado por sus narco-senadores.
En la aldea, Idefix sigue alzando su lastimero aullido a la luna...

El mundo ha perdido la esperanza.



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