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La caída.

“La caída” (El piloto de caza de combate) La caída fue brutal, el paracaídas no se abrió correctamente, las mismas ramas que frenaron su velocidad impidiendo que se matara lo desollaron y golpearon en lo que resulto ser la mayor paliza de su vida. “Varias aves alzaron el vuelo asustadas.” Recobró el conocimiento un buen rato después del impacto contra el suelo, un pequeño manantial de sangre nacía en su oído izquierdo buscando su curso natural atraído por la fuerza de la gravedad. “Su vista se entretuvo distraída en unas hormigas que marchaban a lomos de una hoja caída, el aire olía a humo.” A pesar de la conmoción se percató de que no debía quitarse el casco, notaba su sangre deslizándose lentamente por el cuello. Alzó el visor con la mano derecha sintiendo un lacerante dolor que emergía del mismo tuétano. “Entre las brumas de la conmoción vio la humareda de su avión estrellado.” En los dos últimos años asistió a la pérdida de su fe en el ser humano, nada como una buena guerra para despojar al ser humano de su humanidad y dejar al descubierto sus vergüenzas. “Surgió la bestia colectiva que llevaba dentro la especie humana.” La destrucción resulto ser masiva en el llamado mundo civilizado. La población superviviente se refugiaba en las regiones más aisladas de sus respectivos países, él mismo formaba parte de uno de los últimos grupos gubernamentales operativos de su país que conformaba un micro estado en guerra con otros países desvertebrados que luchaban por un motivo alejado del génesis de aquella contienda. Una política de desarme nuclear redujo el arsenal de las principales potencias a mínimos históricos hacía solo diez años, eso los salvo como especie. Los primeros compases de aquella guerra fueron tácticos, las cabezas nucleares existentes fueron en su mayoría utilizadas en intentar neutralizar la capacidad nuclear del adversario, pese a ello, desapareciendo varias capitales mundiales, y con ellas un gajo de la humanidad. Todos los satélites que giraban en órbita alrededor de la tierra fueron destruidos, la industria se paralizo por falta de energía, centrales térmicas y nucleares destruidas, pozos petrolíferos y de gas natural ardiendo, refinerías machacadas, presas y embalses atacados, minas inutilizadas, vías ferroviarias eliminadas, carreteras sin puentes que no llevaban a ninguna parte, y así una larga lista de objetivos cumplidos. Le siguió una fase de casi un año de guerra convencional, se combatió con los recursos existentes en los arsenales, se lucho en el mar paralizando el comercio marítimo, se lucho en el aire destruyendo la práctica totalidad de la flota comercial aérea mundial utilizada en esa época para el traslado de tropas a los distintos frentes. Se combatió en tierra quedando la misma arruinada en gran parte para la práctica de la agricultura. El futuro anticipaba una era de hambre descarnada. Se atacaron hospitales, colegios, universidades y todo tipo de instalaciones civiles, la red de agua potable desapareció en muchos países. Surgió el tifus, el cólera y demás enfermedades bacterianas. Se calculaba que el 85% del personal médico del país había perecido en los ataques a centros hospitalarios de todo tipo en la denominada “operación sanitaria.” “Solo de recordarlo se estremeció.” Alzó la vista y se encontró con sus jóvenes ojos. El chaval que le apuntaba con la escopeta de cañones paralelos le recordaba a su propio hijo del que no sabía nada desde hacía 11 meses. Pensó en los dos años precedentes y en cómo estos habían cincelado en el muchacho un rostro pétreo que miraba la vida de frente, no vio miedo en su mirada, solo desdén. Tenía dificultades para respirar, le dolía el costado derecho una barbaridad, le costó hablar. -¡Hola! De entre los matorrales surgieron otros seis jóvenes de ambos sexos con escopetas recortadas. Pensó en sacar su arma, pero esta se había perdido en la caída. La pequeña partida de preadolescentes hablo entre sí en su propia lengua. Creyó que la suerte le acompañaba por haber descendido a este lado de la frontera. El país vecino era aliado, pero tal estructura de poder se difuminaba en el humo de las explosiones. Esta guerra no tendría vencedores, solamente países desestructurados con diferentes grados de destrucción, los expertos que quedaba lo calculaban en un 90% a nivel estatal y en un 95% a nivel mundial. (El muchacho) El muchacho observó la caída del avión, vestía ropa de cazador muy holgada mimetizándose con el entorno a la perfección. Le pareció reconocer los colores de su antiguo país en las alas del caza de combate. De niño jugó con esos aviones en miniatura, trabando épicos combates en las alturas del espacio aéreo de la cocina de su casa. Moscas y demás insectos eran el enemigo. Años más tarde una de aquellas maquinas con otros colores en las alas, devastó su pueblo costero y a su familia. El jugaba en un monte cercano con sus amigos a las guerrillas, las chicas les siguieron a distancia para espiarles. Eso los salvo. Todo empezó a ir mal el día que dejó de recibir señal de TV el aparato de la sala. Al día siguiente se fue la electricidad de red para no volver. Teléfonos y ordenadores se convirtieron en chatarra al desaparecer internet y los satélites de comunicaciones. Pasadas unas pocas semanas comenzaron a escasear los alimentos frescos y el combustible para los generadores portátiles y vehículos. El país al igual que el resto de naciones comenzó a desintegrarse lentamente al principio, las ciudades se vaciaban poco a poco. Después todo se precipito al sufrir las principales ciudades del mundo un ataque químico sin precedentes. Una riada urbanita diezmada salió en tropel de las ciudades sorteando decenas de miles de vehículos abandonados, averiados, accidentados, incendiados. En plena fuga el adversario atacó con todos sus recursos la red viaria del estado, miles de personas murieron en las cunetas antes de que la totalidad de puentes y viaductos fueran destruidos. Las ondas de radio eran la única forma de comunicación existente a nivel civil. La gente se mataba por conseguir pilas para sus linternas, radios y demás parafernalia. Los pueblos se llenaron. Pasadas otras cinco semanas llegó el mal tiempo que predecía un cruel invierno, las emisoras locales de radio dejaron de sintonizarse aquel invierno. No se sabía que pasaba a más de 50 kilómetros con exactitud, por las calles de las poblaciones grandes volaban páginas de prensa impresas hacía casi un año, había llegado el más cruel de los inviernos para la información. La mortandad por enfermedades tratables antes de la guerra se disparó. Con la llegada de la primavera sufrieron el postrimero ataque en masa del adversario con todo tipo de aviones adaptados para el bombardeo o ametrallamiento, el objetivo fueron los pueblos abarrotados. La gente se echó al monte y sobrevivía gracias a productos envasados y a las conservas. Las fuerzas aéreas enfrentadas prácticamente se aniquilaron mutuamente. Los ataques del enemigo eran cada vez más débiles, ellos recibieron de lo suyo también. Paulatinamente la visión de aviones combatiendo en el aire o de paso fue despareciendo. Ahora vestía de camuflaje y era parte de una tribu que luchaba a tiros por defender un viejo fuerte militar convertido ahora en núcleo civil con varios médicos y profesores que intentaban rescatar todo lo posible de lo bueno de la civilización. (El grupo) Al grupo le unía la adrenalina compartida en sus encuentros con extraños, la sangre derramada en común los fusionó íntegramente, los entrelazo en aquella situación de autentica locura. Todos juntos agotaron sus lágrimas en recuerdo de sus familias. El más básico instinto de supervivencia y caza los enlazó a todos, forjando un espíritu de pertenencia al clan, que nunca habían experimentado en sus vidas anteriores. Lo tangible fue sustituyendo a conceptos abstractos como el de país, nación, o patria. Eran unos 360 en aquel fuerte de finales del siglo IXX, funcionaban en asambleas, teniendo como primer acuerdo la defensa mutua hasta el fin. Fuera de la esfera del clan todos serian tratados como potenciales enemigos, al margen del idioma que hablasen y sin consideraciones por los lazos geográficos de antes de la hecatombe. La visión de aquel piloto roto bajo el árbol no les conmovió lo más mínimo. Sus familias fueron rotas de igual manera por hombres similares. La decisión estaba en manos del azar. El joven creyó acertadamente que las heridas del soldado eran letales, no se molestaron en averiguar siquiera la localización exacta de la base gubernamental, el pasado ya no existía, solo les preocupaba su futuro. Las miradas del grupo se buscaron y decidieron sin mediar palabra el abandono del piloto a su suerte. El grupo se disolvió en la espesura, los arbustos se movieron mecidos por casi niños armados que vigilaban el segundo perímetro de su nueva casa.