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martes, agosto 30, 2011

63ª entrega.



El lobo Gallego.



- ¡Pendejo! ...A ti tenía ganas de verte la geta.-Me lancé sobre él, como la leona lo hace sobre el impala, a matar-

- Sé por donde van los tiros -se–excusaba Mariano- pero no es lo que tu especulativa mente ha construido.

“Carlos y Juan se acercaban por detrás en un animado cuchicheo.
Mariano no se apartaba de la vertical del dintel de la puerta.”

- ¡Que no es lo que yo imagino! ¿Saben tus neuronas enanas lo que nos ha ocurrido a Carlos y a mí en la estación? -Dispare verbalmente a Mariano en pleno rostro, para ser más exacto, le di entre las cejas con un residuo salival fruto de mi ira-

“Mariano acabó de abrir del todo la puerta para que pasaran Carlos y Juan. Este último no se dignó mirarme siquiera. Ni puta falta que hacía.”

- ¿Qué es de tu vida pendejo? -Intentó desviar mi ataque Mariano, fijando nuestra atención en Carlos-

“Juan no se detuvo, prosiguió su lenta y rítmica marcha perdiéndose en el interior del viejo caserón. ¡A Dios gracias!”

- ¿Yo?... Supongo que podía ir mejor... -Contestó Carlos-

“¡Cojones! Si no hacía ni 24 horas que se habían visto. Aquí un servidor no estaba por la labor de permitir que mi primo fuera la excusa que necesitaba Mariano, para desviar mi atención de su yugular.

- Carlos... Haces el favor de pasar al interior del caserón y dejarme el espacio necesario para maniobrar contra este ente que respira a nuestra vera.

“Mariano replegó sus párpados hasta sus mismísimos topes, ante la sorpresa de que le llamaran ente.
Carlos encogiéndose de hombros y sonriendo se retiró hacía el interior del viejo caserón centenario.”

- ¿A que no te imaginas -Me dispuse ha merendarme a mi futuro cuñado a falta de algo mejor- quien ha ido hoy ha recogernos a la estación?

“Mariano me observaba con su mirada más picara, a fin de cuentas nos llevábamos demasiado bien. Todavía lo recuerdo perfectamente, debajo del dintel de la puerta, sonriendo como un niño de ciento ochenta centímetros de estatura, que sabe que las reglas de nuestro juego permiten jugadas y movimientos especulativos como el de la estación.”

- Creo que tengo una ligerísima idea. ¿No gusta de tocarse con tricornio? -Me contestó-

- Aquí lo único ligero es tu cerebelo...

“Lo empujé hacía el interior de la casa sumando la inercia de la mochila a la de mi cuerpo, Mariano retrocedió unos tres pasos.”

- Sabes que hoy me he llevado uno de los mayores sustos de mi vida -insistí- por un angustioso segundo creí que esa babosa desequilibrada que responde al nombre de Maximiliano, me iba ha pegar allí mismo y sin consideraciones, cuatro tiros...
- ¡Pendejo! ...A ti tenía ganas de verte la geta.-Me lancé sobre él, como la leona lo hace sobre el impala, a matar-

- Sé por donde van los tiros -se–excusaba Mariano- pero no es lo que tu especulativa mente ha construido.

“Carlos y Juan se acercaban por detrás en un animado cuchicheo.
Mariano no se apartaba de la vertical del dintel de la puerta.”

- ¡Que no es lo que yo imagino! ¿Saben tus neuronas enanas lo que nos ha ocurrido a Carlos y a mí en la estación? -Dispare verbalmente a Mariano en pleno rostro, para ser más exacto, le di entre las cejas con un residuo salival fruto de mi ira-

“Mariano acabó de abrir del todo la puerta para que pasaran Carlos y Juan. Este último no se dignó mirarme siquiera. Ni puta falta que hacía.”

- ¿Qué es de tu vida pendejo? -Intentó desviar mi ataque Mariano, fijando nuestra atención en Carlos-

“Juan no se detuvo, prosiguió su lenta y rítmica marcha perdiéndose en el interior del viejo caserón. ¡A Dios gracias!”

- ¿Yo?... Supongo que podía ir mejor... -Contestó Carlos-

“¡Cojones! Si no hacía ni 24 horas que se habían visto. Aquí un servidor no estaba por la labor de permitir que mi primo fuera la excusa que necesitaba Mariano, para desviar mi atención de su yugular.

- Carlos... Haces el favor de pasar al interior del caserón y dejarme el espacio necesario para maniobrar contra este ente que respira a nuestra vera.

“Mariano replegó sus párpados hasta sus mismísimos topes, ante la sorpresa de que le llamaran ente.
Carlos encogiéndose de hombros y sonriendo se retiró hacía el interior del viejo caserón centenario.”

- ¿A que no te imaginas -Me dispuse ha merendarme a mi futuro cuñado a falta de algo mejor- quien ha ido hoy ha recogernos a la estación?

“Mariano me observaba con su mirada más picara, a fin de cuentas nos llevábamos demasiado bien. Todavía lo recuerdo perfectamente, debajo del dintel de la puerta, sonriendo como un niño de ciento ochenta centímetros de estatura, que sabe que las reglas de nuestro juego permiten jugadas y movimientos especulativos como el de la estación.”

- Creo que tengo una ligerísima idea. ¿No gusta de tocarse con tricornio? -Me contestó-

- Aquí lo único ligero es tu cerebelo...

“Lo empujé hacía el interior de la casa sumando la inercia de la mochila a la de mi cuerpo, Mariano retrocedió unos tres pasos.”

- Sabes que hoy me he llevado uno de los mayores sustos de mi vida -insistí- por un angustioso segundo creí que esa babosa desequilibrada que responde al nombre de Maximiliano, me iba ha pegar allí mismo y sin consideraciones, cuatro tiros...




Arte inconformista.

martes, agosto 23, 2011

62ª entrega.





“Mariano acabó de abrir del todo la puerta para que pasaran Carlos y Juan. Este último no se dignó mirarme siquiera. Ni puta falta que hacía.”

- ¿Qué es de tu vida pendejo? -Intentó desviar mi ataque Mariano, fijando nuestra atención en Carlos-

“Juan no se detuvo, prosiguió su lenta y rítmica marcha perdiéndose en el interior del viejo caserón. ¡A Dios gracias!”

- ¿Yo?... Supongo que podía ir mejor... -Contestó Carlos-

“¡Cojones! Si no hacía ni 24 horas que se habían visto. Aquí un servidor no estaba por la labor de permitir que mi primo fuera la excusa que necesitaba Mariano, para desviar mi atención de su yugular.

- Carlos... Haces el favor de pasar al interior del caserón y dejarme el espacio necesario para maniobrar contra este ente que respira a nuestra vera.

“Mariano replegó sus párpados hasta sus mismísimos topes, ante la sorpresa de que le llamaran ente.
Carlos encogiéndose de hombros y sonriendo se retiró hacía el interior del viejo caserón centenario.”

- ¿A que no te imaginas -Me dispuse ha merendarme a mi futuro cuñado a falta de algo mejor- quien ha ido hoy ha recogernos a la estación?

“Mariano me observaba con su mirada más picara, a fin de cuentas nos llevábamos demasiado bien. Todavía lo recuerdo perfectamente, debajo del dintel de la puerta, sonriendo como un niño de ciento ochenta centímetros de estatura, que sabe que las reglas de nuestro juego permiten jugadas y movimientos especulativos como el de la estación.”

- Creo que tengo una ligerísima idea. ¿No gusta de tocarse con tricornio? -Me contestó-

- Aquí lo único ligero es tu cerebelo...

“Lo empujé hacía el interior de la casa sumando la inercia de la mochila a la de mi cuerpo, Mariano retrocedió unos tres pasos.”

- Sabes que hoy me he llevado uno de los mayores sustos de mi vida -insistí- por un angustioso segundo creí que esa babosa desequilibrada que responde al nombre de Maximiliano, me iba ha pegar allí mismo y sin consideraciones, cuatro tiros...
“Mariano me observaba con su mirada más picara, a fin de cuentas nos llevábamos demasiado bien. Todavía lo recuerdo perfectamente, debajo del dintel de la puerta, sonriendo como un niño de ciento ochenta centímetros de estatura, que sabe que las reglas de nuestro juego permiten jugadas y movimientos especulativos como el de la estación.”


Arte inconformista.

viernes, agosto 12, 2011

61ª Entrega "El lobo Gallego"



Creo que debí quedarme como alelado, observando aquellas decrepitas manos.
En mi cara él leyó con total y absoluta claridad, mi determinación de no colaborar en aquella cuestión de modales.
Decidí actuar en concordancia con los dictados de mi conciencia.

- Carlos, voy ha entrar en casa... -Le ofrecí su mochila-Hasta luego.

“Juan en posición de espera bajó la mano, su cara reflejó el desconcierto sufrido. En su caos interno seguro mentó a todos los míos, sin omitir a nadie.
Giré 180 grados y note su rencor corroyendo mi espalda.
El taxi de Ricardo pasó a mi lado y levanté la mano en señal de saludo. Un murmullo se extendió entre Juan y Carlos.”

- ¡Quién pudiera irse contigo! –-exclame por lo bajo-

“Aceleré el paso hacía la entrada principal de la casa cambiando la mochila de mano sobre la marcha.
Los seis cazadores apostados a escasos 10 metros de la puerta desmontaban sus escopetas y las metían en sus fundas.
Un fugaz saludo y los rebase con gusto. ¿Quiénes eran? ¿Qué hacían de esa guisa cual guardia pretoriana?
Tuve el presentimiento de que a partir de ahora conseguir respuestas iba ha ser lo mismo que exponerse ha tener problemas.
Cuando me hallaba a unos dos escasos metros de la puerta, esta se abrió hacía dentro con determinación.
Por ella asomaron los ciento ochenta centímetros de estatura de mi futuro cuñado.”

- ¡Pendejo! ...A ti tenía ganas de verte la geta.-Me lancé sobre él, como la leona lo hace sobre el impala, a matar-

- Sé por donde van los tiros -se–excusaba Mariano- pero no es lo que tu especulativa mente ha construido.

“Carlos y Juan se acercaban por detrás en un animado cuchicheo.
Mariano no se apartaba de la vertical del dintel de la puerta.”

- ¡Que no es lo que yo imagino! ¿Saben tus neuronas enanas lo que nos ha ocurrido a Carlos y a mí en la estación? -Dispare verbalmente a Mariano en pleno rostro, para ser más exacto, le di entre las cejas con un residuo salival fruto de mi ira-


Creo que debí quedarme como alelado, observando aquellas decrepitas manos.
En mi cara él leyó con total y absoluta claridad, mi determinación de no colaborar en aquella cuestión de modales.
Decidí actuar en concordancia con los dictados de mi conciencia.

- Carlos, voy ha entrar en casa... -Le ofrecí su mochila-Hasta luego.

“Juan en posición de espera bajó la mano, su cara reflejó el desconcierto sufrido. En su caos interno seguro mentó a todos los míos, sin omitir a nadie.
Giré 180 grados y note su rencor corroyendo mi espalda.
El taxi de Ricardo pasó a mi lado y levanté la mano en señal de saludo. Un murmullo se extendió entre Juan y Carlos.”

- ¡Quién pudiera irse contigo! –-exclame por lo bajo-

“Aceleré el paso hacía la entrada principal de la casa cambiando la mochila de mano sobre la marcha.
Los seis cazadores apostados a escasos 10 metros de la puerta desmontaban sus escopetas y las metían en sus fundas.
Un fugaz saludo y los rebase con gusto. ¿Quiénes eran? ¿Qué hacían de esa guisa cual guardia pretoriana?
Tuve el presentimiento de que a partir de ahora conseguir respuestas iba ha ser lo mismo que exponerse ha tener problemas.
Cuando me hallaba a unos dos escasos metros de la puerta, esta se abrió hacía dentro con determinación.
Por ella asomaron los ciento ochenta centímetros de estatura de mi futuro cuñado.”

- ¡Pendejo! ...A ti tenía ganas de verte la geta.-Me lancé sobre él, como la leona lo hace sobre el impala, a matar-

- Sé por donde van los tiros -se–excusaba Mariano- pero no es lo que tu especulativa mente ha construido.

“Carlos y Juan se acercaban por detrás en un animado cuchicheo.
Mariano no se apartaba de la vertical del dintel de la puerta.”

- ¡Que no es lo que yo imagino! ¿Saben tus neuronas enanas lo que nos ha ocurrido a Carlos y a mí en la estación? -Dispare verbalmente a Mariano en pleno rostro, para ser más exacto, le di entre las cejas con un residuo salival fruto de mi ira-




Arte inconformista.

miércoles, agosto 10, 2011

La larga espera



Como el grifo que gotea lentamente, muy lentamente. La gota de agua se balancea y cae atraída por la gravedad estrellándose en el fregadero, las salpicaduras impactan en las paredes de acero inoxidable iniciando un descenso lento y errático hacía el sumidero. Los regueros se unen como afluentes de un gran rio alimentados por las salpicaduras del perezoso goteo. Brillos, transparencias y destellos iluminan el brillante metal húmedo. El tapón esta puesto, unido por la cadenita de bolitas al enganche del sumidero anti-rebosamiento. Así espero a que se llene.
La percepción del tiempo se alarga cuando esperamos lo más deseado. Segundos que se trasforman en minutos, minutos convertidos en horas, horas como días, días largos a la manera de las semanas, semanas que languidecen al ritmo de los meses, meses eternos…
Tan cerca y tan lejos a la vez.


Como el grifo que gotea lentamente, muy lentamente. La gota de agua se balancea y cae atraída por la gravedad estrellándose en el fregadero, las salpicaduras impactan en las paredes de acero inoxidable iniciando un descenso lento y errático hacía el sumidero. Los regueros se unen como afluentes de un gran rio alimentados por las salpicaduras del perezoso goteo. Brillos, transparencias y destellos iluminan el brillante metal húmedo. El tapón esta puesto, unido por la cadenita de bolitas al enganche del sumidero anti-rebosamiento. Así espero a que se llene.
La percepción del tiempo se alarga cuando esperamos lo más deseado. Segundos que se trasforman en minutos, minutos convertidos en horas, horas como días, días largos a la manera de las semanas, semanas que languidecen al ritmo de los meses, meses eternos…
Tan cerca y tan lejos a la vez.

Arte inconformista.

lunes, agosto 01, 2011

"Anarquía" Detalles.

Detalles del cuadro Anarquía.



También puedes verlo "apretando" en la miniatura.

Anarquía. (Nagusirik gabe)

"La última cena"



De cómo la religión se prostituyó acostándose con reyes, y de cómo perdió todas sus virtudes por el azaroso camino de la historia.
Cuando la religión se convirtió en institución, comenzó a devorar a los que le rodeaban y no pensaban como ellos. Jerarquías y “ordenes religioso-militares” ejercían de brazos ejecutores al servicio de los poderosos. Iniciado el ciclo no supieron parar las persecuciones y los autos de fe. Por pura inercia terminaron devorándose a sí mismos.


De cómo la religión se prostituyó acostándose con reyes, y de cómo perdió todas sus virtudes por el azaroso camino de la historia.
Cuando la religión se convirtió en institución, comenzó a devorar a los que le rodeaban y no pensaban como ellos. Jerarquías y “ordenes religioso-militares” ejercían de brazos ejecutores al servicio de los poderosos. Iniciado el ciclo no supieron parar las persecuciones y los autos de fe. Por pura inercia terminaron devorándose a sí mismos.




Arte inconformista.

60ª entrega "El lobo Gallego.




- ¡La cagamos! ...Qué más puede ir mal.

- Somos gafes... -Mi primo se resignaba-

“Salimos del taxi en compañía de Ricardo que abrió el maletero. Agradecimos la tregua que nos dio la lluvia a la hora de sacar nuestras mochilas y apoyarlas, pese a la humedad, en las punteras reforzadas de nuestras botas.”

- ¡Sobrino! ¡Cuánto tiempo!

“Juan se paró frente a Carlos y a metro y medio de mí, más o menos.
Tendió la mano en señal de saludo hacía Carlos, y un servidor se dedicó expectante a la labor de analizar el comportamiento de mi primo, ante aquella vieja mano manchada de sangre, que esperaba ansiosa a que correspondieran a su saludo.”

- Si no me equivoco son más de dos años.

“Para gran sorpresa mía, Carlos fusionó su impoluta mano con la de Juan, con un enérgico apretón.
¡Por los santos herejes de todos los siglos! Me entraron ganas de vomitar y de utilizar la boca de mi tío como aspirador de aquella inmundicia... sonó un portazo de maletero.”

- Pareja... me voy, tanto gusto.

“Nos dimos las manos sin saber muy bien a que obedecía aquel ancestral ritual.”

- Adiós...

- Agur...

“Levante mi mochila y le arrebate a Carlos la suya, amenazaba lluvia y quizá con las dos manos ocupadas consiguiera evitar el saludo de “Juan el divisionario. Giré y moví un pie.”

- Y tú debes de ser Abel. -Me tendió su mano-

“¡Señor! Se podía saber que carajo había hecho tan mal, para ser merecedor de todo aquello.


“Para gran sorpresa mía, Carlos fusionó su impoluta mano con la de Juan, con un enérgico apretón.
¡Por los santos herejes de todos los siglos! Me entraron ganas de vomitar y de utilizar la boca de mi tío como aspirador de aquella inmundicia... sonó un portazo de maletero.”





Arte inconformista.