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domingo, junio 03, 2012

82ª entrega


El lobGallego.


“Arremangándome la manga del jersey lo justo para dejar en evidencia el reloj de pulso, descubrí unas agujas inmovilizadas por la humedad.”
 - Oye Carlos ¿Qué hora es?
 “Carlos miró su palpitante reloj de cuerda no sometido a torturas subacuaticas.” - Son las cuatro y diez. -Carlos enmudeció-
 “Por el pasillo de la derecha aparecieron mis padres, acto seguido se abrió la puerta de la habitación donde se velaba a la abuela, saliendo por esta Claudia y Amador. Nos topamos todos, aquello fue un caos.”
 - ¿Dónde te habías metido? -Me interrogó mi madre- 
- ¿Qué ha pasado esta mañana en la estación? -continuó mi padre- 
- ¿Por qué no has saludado al tío Juan? -me sorprendió Claudia la Meiga- 
 “Me abrumó el ataque a tres bandas, no por lo inesperado, sino por la intensidad con la que arremetía la Meiga saliendo en ayuda del expedicionario Juan. Por supuesto creí no poder contar ni en sueños con el apoyo de Carlos en aquel desdichado trance, estaba solo y desamparado frente a la inquisición.”
 - En primer lugar, he intentado darme una ducha. En segundo lugar, que yo sepa, en la estación no ha ocurrido nada especial. Y en tercer lugar, no conozco a nadie en Galicia con el nombre de Juan que merezca mis respetos. 
 “Levanté mis defensas mentales ante el obligado contra-ataque al que estaban obligados mis progenitores dada mi falta de respeto hacia una persona mayor. Claudia abrió muchos los ojos, Amador frunció el cejo y mis padres me trasmitieron con la mirada lo siguiente: Luego hablaremos seriamente.” 
 - No entiendo por que no es merecedor de tu...
 - ¿Todavía no has visto a la abuela verdad? 
 “Para gran sorpresa mía, Carlos maniobró sacándome de aquel atolladero. Percibí una fuerte presión cuando me cogió del brazo, dejándome llevar hacia el velatorio.”




“Arremangándome la manga del jersey lo justo para dejar en evidencia el reloj de pulso, descubrí unas agujas inmovilizadas por la humedad.” - Oye Carlos ¿Qué hora es? “Carlos miró su palpitante reloj de cuerda no sometido a torturas subacuaticas.” - Son las cuatro y diez. -Carlos enmudeció- “Por el pasillo de la derecha aparecieron mis padres, acto seguido se abrió la puerta de la habitación donde se velaba a la abuela, saliendo por esta Claudia y Amador. Nos topamos todos, aquello fue un caos.” - ¿Dónde te habías metido? -Me interrogó mi madre- - ¿Qué ha pasado esta mañana en la estación? -continuó mi padre- - ¿Por qué no has saludado al tío Juan? -me sorprendió Claudia la Meiga- “Me abrumó el ataque a tres bandas, no por lo inesperado, sino por la intensidad con la que arremetía la Meiga saliendo en ayuda del expedicionario Juan. Por supuesto creí no poder contar ni en sueños con el apoyo de Carlos en aquel desdichado trance, estaba solo y desamparado frente a la inquisición.” - En primer lugar, he intentado darme una ducha. En segundo lugar, que yo sepa, en la estación no ha ocurrido nada especial. Y en tercer lugar, no conozco a nadie en Galicia con el nombre de Juan que merezca mis respetos. “Levanté mis defensas mentales ante el obligado contra-ataque al que estaban obligados mis progenitores dada mi falta de respeto hacia una persona mayor. Claudia abrió muchos los ojos, Amador frunció el cejo y mis padres me trasmitieron con la mirada lo siguiente: Luego hablaremos seriamente.” - No entiendo por que no es merecedor de tu... - ¿Todavía no has visto a la abuela verdad? “Para gran sorpresa mía, Carlos maniobró sacándome de aquel atolladero. Percibí una fuerte presión cuando me cogió del brazo, dejándome llevar hacia el velatorio.”



Arte inconformista.