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domingo, junio 26, 2011

44ª entrega.


- Tenéis toda la razón...-Ponía Carlos su propia especia para condimentar aquella conversación- ...Cambiaría mi hipotética cama, por un buen plato de cocido lleno ha rebosar de cerdo.

“Aprobamos el comentario por unanimidad. Por todos los santos corruptos del calendario, que hambre tenia.”

- Sabéis que me ha entrado hambre con esta conversación. -Se relamía Ricardo quizá pensando en algún suculento plato preparado por las expertas manos de su mujer-

“Ricardo resucitó la radio pulsando el botón adecuado, por los cuatro bafles comenzó ha salir una algarabía de noticias, cada cual más deprimente, que aturdían los sentidos.
La verdad, lo que opinara Felipe González en aquel momento, -bueno, en cualquier momento- sobre el estado de la coyuntura económica me succionaba la polla.
El comportamiento de la inflación a aquellas alturas del año me la traía al pairo, y el índice del paro registrado en el INEM no me aportaba nada positivo.”

- Estamos jodidos con estos datos... -Comentaba Ricardo el taxista-... cuanto mejor que hablaran de cocina.

- Creo que estamos todos de acuerdo...

“Poco a poco mi atención consciente se fue trasladando de las noticias radiadas, al distorsionado panorama que lograba entrever a través de la ventanilla empañada.
La radio comenzó ha ser un rumor apenas audible para mi hastiada mente.
Del mismo modo que el murmullo de un riachuelo, cuyas veloces aguas desgastaran y pulieran las piedras del fondo, mi conciencia se fue erosionando de igual manera que las piedras del lecho, disolviéndose en la corriente y siendo arrastrada a la desembocadura del mar de los sueños.”


- Tenéis toda la razón...-Ponía Carlos su propia especia para condimentar aquella conversación- ...Cambiaría mi hipotética cama, por un buen plato de cocido lleno ha rebosar de cerdo.

“Aprobamos el comentario por unanimidad. Por todos los santos corruptos del calendario, que hambre tenia.”

- Sabéis que me ha entrado hambre con esta conversación. -Se relamía Ricardo quizá pensando en algún suculento plato preparado por las expertas manos de su mujer-

“Ricardo resucitó la radio pulsando el botón adecuado, por los cuatro bafles comenzó ha salir una algarabía de noticias, cada cual más deprimente, que aturdían los sentidos.
La verdad, lo que opinara Felipe González en aquel momento, -bueno, en cualquier momento- sobre el estado de la coyuntura económica me succionaba la polla.
El comportamiento de la inflación a aquellas alturas del año me la traía al pairo, y el índice del paro registrado en el INEM no me aportaba nada positivo.”

- Estamos jodidos con estos datos... -Comentaba Ricardo el taxista-... cuanto mejor que hablaran de cocina.

- Creo que estamos todos de acuerdo...

“Poco a poco mi atención consciente se fue trasladando de las noticias radiadas, al distorsionado panorama que lograba entrever a través de la ventanilla empañada.
La radio comenzó ha ser un rumor apenas audible para mi hastiada mente.
Del mismo modo que el murmullo de un riachuelo, cuyas veloces aguas desgastaran y pulieran las piedras del fondo, mi conciencia se fue erosionando de igual manera que las piedras del lecho, disolviéndose en la corriente y siendo arrastrada a la desembocadura del mar de los sueños.”




Arte inconformista.

sábado, junio 18, 2011

El armario empotrado 3ª parte.




Oscuridad total al retroceder sentado en el suelo hasta el fondo del armario. Abrigos colgados en las oscilantes perchas le acarician el pelo, mangas de camisas le rozan la cara, rígidos pantalones le tocan el hombro. Sus manos al recorrer el suelo palpan cordones de zapatos náufragos. El mundo de la quietud ha sido profanado, sus leyes violadas, la intimidad denostada.
El pulso se acelera, la respiración aumenta el ritmo, la perrita se remueve inquieta en su regazo. Necesita calmarse, solo es el interior de un armario empotrado. Pero algo le susurra que manos ajenas le agarraran por la espalda y desaparecerán engullidos en extrañas oquedades ocultas a la luz del día. Acaricia el lomo de su amiga canida, percibe cierto temblor en el fiel animal. Cierra los ojos, abre los ojos, cierra el izquierdo, abre el derecho, cierra el derecho, abre el izquierdo, todas las combinaciones, varias secuencias, rápido parpadeo en la oscuridad, extrañas luces que se van extinguiendo en su periferia visual. Olores fuertes que se acomodan en su nariz, olfato saturándose de agresiones olfativas.
El tiempo…
Su ajado reloj de pulso muestra las verdes agujas luminiscentes con cierto cansancio, el segundero se mueve lentamente, fina aguja que marca el tic, tac del tiempo. Su percepción del paso de los minutos se dilata. En la oscuridad los segundos se trasforman en minutos, los minutos en largas horas, y sospecha que las largas horas en interminables días. ¿Cuánto tardaran en echarles en falta?
La hermana llama a la perrita, los restos de la cena han sido añadidos a su arroz, es su hora de comer. El desafío es extremo, como controlar su instinto comilón. Caricias y friegas parecen calmarla de momento, los higos pasos que lleva en el bolsillo son un recurso de última hora.
El reducido campo de visión que se le ofrece mirando por el ojo de la arcaica cerradura fuera de servicio debido a los goterones de pintura que han bloqueado su mecanismo, es reducido, pero suficiente para sus inconclusos planes.
Atisba desde su posición la entrada de la salita de estar, la alfombra enmarcada en dorado muestra cuatro gatitos vistos de frente. Su hermana mira y desaparece en dirección a la habitación del muchacho. La perrita se revela, conoce perfectamente su hora devoradora de comida. Un higo paso, estimula su olfato y calma su cuerpecito. Segundos remolones en el reloj. Sabe que no puede permanecer indefinidamente en un lugar de tan reducidas dimensiones. Pega la boca al agujero de la cerradura e inhala aire fresco, con cierto regusto a tiempos pasados. Alterna boca y ojo en tan reducido orificio.
Su hermana entra en tropel de nuevo a la sala, llega hasta la puerta del balcón y asoma la cabeza fuera, su hermano tampoco está escondido detrás de las largas persianas de madera pintadas en verde oliva. Su cuerpo oculta el reducido campo visual que se atisba desde el ojo de la cerradura. Tiene la impresión de que ella a su vez mirara por el mismo agujero que él. Su hermana tantea las puertas, parece que han quedado bien cerradas desde el interior, el niño tranquiliza a la perrita con otro higo paso. Pasos que se alejan en otra dirección, dominio visual recuperado. Cierto alboroto en la gran cocina. Se escuchan llamadas a la perrita, suena su nombre en tono imperativo, sabe que obra mal y relame su venganza con cierto pesar.
La perrita comienza a ser incontrolable, la inactividad está agotando su capacidad de aguantar en sitios cerrados, su instinto la invita a huir a espacios abiertos. Él mismo siente que necesita aire fresco. Ha iniciado una cascada de acontecimientos en el pequeño universo familiar que volcara a su madre en su busca.
El mango de la cucharilla brilla en el punto exacto, su madre sabe como abrir el armario empotrado. Reprimenda mayúscula, el animal tiene que bajar acompañado a la calle para hacer de lo suyo. La pérdida de tiempo no entra en los planes de la madre. Su hermana mayor es mandada a preparar una de las maletas, mientras él recibe la consigna de bajar a la perrita durante un cuarto de hora. Tiempo máximo.
La madre cede a regañadientes, ya hablaran del castigo en destino. El hijo disfruta del encuentro con sus amiguitos en la plaza de los charcos. La perrita corre feliz tras un gato. Piensa en la posibilidad de estirar la escapada, fingiendo la búsqueda del animalito desbocado tras los pequeños felinos del barrio.
Su nombre en diminutivo sonara transcurridos quince minutos.


Oscuridad total al retroceder sentado en el suelo hasta el fondo del armario. Abrigos colgados en las oscilantes perchas le acarician el pelo, mangas de camisas le rozan la cara, rígidos pantalones le tocan el hombro. Sus manos al recorrer el suelo palpan cordones de zapatos náufragos. El mundo de la quietud ha sido profanado, sus leyes violadas, la intimidad denostada.
El pulso se acelera, la respiración aumenta el ritmo, la perrita se remueve inquieta en su regazo. Necesita calmarse, solo es el interior de un armario empotrado. Pero algo le susurra que manos ajenas le agarraran por la espalda y desaparecerán engullidos en extrañas oquedades ocultas a la luz del día. Acaricia el lomo de su amiga canida, percibe cierto temblor en el fiel animal. Cierra los ojos, abre los ojos, cierra el izquierdo, abre el derecho, cierra el derecho, abre el izquierdo, todas las combinaciones, varias secuencias, rápido parpadeo en la oscuridad, extrañas luces que se van extinguiendo en su periferia visual. Olores fuertes que se acomodan en su nariz, olfato saturándose de agresiones olfativas.
El tiempo…
Su ajado reloj de pulso muestra las verdes agujas luminiscentes con cierto cansancio, el segundero se mueve lentamente, fina aguja que marca el tic, tac del tiempo. Su percepción del paso de los minutos se dilata. En la oscuridad los segundos se trasforman en minutos, los minutos en largas horas, y sospecha que las largas horas en interminables días. ¿Cuánto tardaran en echarles en falta?
La hermana llama a la perrita, los restos de la cena han sido añadidos a su arroz, es su hora de comer. El desafío es extremo, como controlar su instinto comilón. Caricias y friegas parecen calmarla de momento, los higos pasos que lleva en el bolsillo son un recurso de última hora.
El reducido campo de visión que se le ofrece mirando por el ojo de la arcaica cerradura fuera de servicio debido a los goterones de pintura que han bloqueado su mecanismo, es reducido, pero suficiente para sus inconclusos planes.
Atisba desde su posición la entrada de la salita de estar, la alfombra enmarcada en dorado muestra cuatro gatitos vistos de frente. Su hermana mira y desaparece en dirección a la habitación del muchacho. La perrita se revela, conoce perfectamente su hora devoradora de comida. Un higo paso, estimula su olfato y calma su cuerpecito. Segundos remolones en el reloj. Sabe que no puede permanecer indefinidamente en un lugar de tan reducidas dimensiones. Pega la boca al agujero de la cerradura e inhala aire fresco, con cierto regusto a tiempos pasados. Alterna boca y ojo en tan reducido orificio.
Su hermana entra en tropel de nuevo a la sala, llega hasta la puerta del balcón y asoma la cabeza fuera, su hermano tampoco está escondido detrás de las largas persianas de madera pintadas en verde oliva. Su cuerpo oculta el reducido campo visual que se atisba desde el ojo de la cerradura. Tiene la impresión de que ella a su vez mirara por el mismo agujero que él. Su hermana tantea las puertas, parece que han quedado bien cerradas desde el interior, el niño tranquiliza a la perrita con otro higo paso. Pasos que se alejan en otra dirección, dominio visual recuperado. Cierto alboroto en la gran cocina. Se escuchan llamadas a la perrita, suena su nombre en tono imperativo, sabe que obra mal y relame su venganza con cierto pesar.




Arte inconformista.

viernes, junio 10, 2011

Patriotas económicos

Compran YUNDAIS, HONDAS,TATAS, MISUBISIS y demás marcas asiáticas. Se ahorran unos euros para consumir más bisutería electrónica del mundo de la mano de obra barata, y de los regímenes dictatoriales. Son patriotas españoles que botan a los dos partidos hegemónicos. Son patriotas que ahorrándose unos eurillos van desmantelando la economía nacional y europea.
Los patriotas empresarios deslocalizan las empresas llevándose la producción a otras latitudes, el patriota obrero compra productos de importación, fabricados en condiciones laborales paupérrimas. Su hijo estará en el paro. La inteligencia a medio y largo plazo del consumidor es deficitaria.
No puedes dar de comer a quien les robara el pan a tus hijos, es una cuestión práctica.
El verdadero patriota español debería conducir un SEAT, sus electrodomésticos ser FAGOR, y anteponer en sus compras los productos nacionales y europeos ante los demás.
Depositar una puta papeleta en una urna carente de contenido, no levanta un país. Nuestras minúsculas acciones multiplicadas por los millones que somos, tienen el potencial de crear riqueza laboral en nuestra vapuleada nación.
El comercio internacional no es justo, ni ecológico. ¿Comprar piñas que viajan en avión?
Como obreros tenemos que aceptar el hecho de que si queremos mantener nuestros derechos de clase, tenemos la obligación de comprar en clave nacional y europea. Penalizar en nuestra bolsa de la compra a las empresas y marcas que nos han robado nuestro trabajo.
Que podemos opinar de los políticos nacionales, esos que deberían velar por nuestro bienestar. Que podemos pensar, que son una autentica vergüenza, que ordenan pisotear la dignidad de los indignados del movimiento 15-MAYO.
Oírles hablar ofende al oído. Son unos verdaderos indeseables que ocupan todas nuestras instituciones públicas, hacen lo contrario a lo prometido en sus programas electorales, se arrodillan ante el capital y la banca. Regalan nuestro dinero para mantener un sistema financiero pensado únicamente en los réditos económicos.
¿Vais a seguir votándoles? ¿Vais a seguir absteniéndoos? ¿Sois patriotas?


Compran YUNDAIS, HONDAS,TATAS, MISUBISIS y demás marcas asiáticas. Se ahorran unos euros para consumir más bisutería electrónica del mundo de la mano de obra barata, y de los regímenes dictatoriales. Son patriotas españoles que botan a los dos partidos hegemónicos. Son patriotas que ahorrándose unos eurillos van desmantelando la economía nacional y europea.
Los patriotas empresarios deslocalizan las empresas llevándose la producción a otras latitudes, el patriota obrero compra productos de importación, fabricados en condiciones laborales paupérrimas. Su hijo estará en el paro. La inteligencia a medio y largo plazo del consumidor es deficitaria.
No puedes dar de comer a quien les robara el pan a tus hijos, es una cuestión práctica.
El verdadero patriota español debería conducir un SEAT, sus electrodomésticos ser FAGOR, y anteponer en sus compras los productos nacionales y europeos ante los demás.
Depositar una puta papeleta en una urna carente de contenido, no levanta un país. Nuestras minúsculas acciones multiplicadas por los millones que somos, tienen el potencial de crear riqueza laboral en nuestra vapuleada nación.
El comercio internacional no es justo, ni ecológico. ¿Comprar piñas que viajan en avión?
Como obreros tenemos que aceptar el hecho de que si queremos mantener nuestros derechos de clase, tenemos la obligación de comprar en clave nacional y europea. Penalizar en nuestra bolsa de la compra a las empresas y marcas que nos han robado nuestro trabajo.
Que podemos opinar de los políticos nacionales, esos que deberían velar por nuestro bienestar. Que podemos pensar, que son una autentica vergüenza, que ordenan pisotear la dignidad de los indignados del movimiento 15-MAYO.
Oírles hablar ofende al oído. Son unos verdaderos indeseables que ocupan todas nuestras instituciones públicas, hacen lo contrario a lo prometido en sus programas electorales, se arrodillan ante el capital y la banca. Regalan nuestro dinero para mantener un sistema financiero pensado únicamente en los réditos económicos.
¿Vais a seguir votándoles? ¿Vais a seguir absteniéndoos? ¿Sois patriotas?
Arte inconformista.

jueves, junio 09, 2011

El armario empotrado 2ª parte.


Se oye girar el pestillo de la cerradura, la madre le recuerda que mañana muy temprano, salen de viaje. No hay juegos que valgan. La casa queda cerrada a cal y canto.
Antes del postre los padres hablan del largo viaje que tienen por delante al día siguiente. Maletas en la habitación de la entrada, incluso la perrita pasara tres semanas en casa de una vecina, trueque cuidándose mutuamente los animales.
Ruido de cacharros en la fregadera, suena la grifería de dos llaves que asemejan timones de barco, azul agua fría, rojo también. La caldera de la vieja “chapa” de carbón precisa estar encendida para suministrar agua caliente, un autentico despilfarro para la época.
Es verano… cachorro verano que ladra en el verdor húmedo de los plataneros de la calle en cuesta.
Siluetas que se deslizan en el pasillo, perrita obediente que camina en silencio, cómplice involuntaria de la pequeña venganza que trama su joven compañero de juegos.
El trajín de la cocina va quedando amortiguado según se cierran las puertas, tantea la puerta principal que corrobora lo dicho por la ama de la casa, puerta cerrada que impide la huida a la plaza de los charcos.
Cambio de dirección que le aproxima al armario empotrado en desuso que hay en la salita de estar. La doble puerta empapelada exhibe dos ojos de cerradura con un estilo a ventana mozárabe que siempre le han atraído. No tienen pomos. No hay llaves, tampoco hacen falta. Las puertas simplemente se mantienen cerradas gracias a la presión que solo los vicios de la madera saben conseguir. Las puertas en un punto se aprietan con fuerza, se funden en vigoroso abrazo.
Introduce el mango de la cucharilla que se ha escondido en el bolsillo, en un punto concreto de la unión de las puertas gemelas. Una de ellas se abre mostrando un mundo de tinieblas textiles. El olor a naftalina es poderoso, encubriendo el más sutil del tabaco introducido en los bolsillos de los abrigos, que supuestamente absorben la humedad de la atmosfera propia del armario.
La perrita deja de menear el rabo al mostrarse ante ella una parcela de su territorio domestico que le ha sido vedado desde siempre. Olisquea el interior y retrocede un poco. El muchacho la coge en brazos y juntos atraviesan la frontera de la luz crepuscular.
Si difícil es abrir desde el exterior, más lo es cerrar desde el interior, el mango de la cucharilla vuelve a ser herramienta imprescindible, él conoce el punto exacto donde introducir el mango. Apretar ligeramente las dos puertas tirando de ellas con la ayuda de las uñas que siempre se niega a cortar, para acto seguido tirar de la cucharilla que cerrara las dos hojas.


Se oye girar el pestillo de la cerradura, la madre le recuerda que mañana muy temprano, salen de viaje. No hay juegos que valgan. La casa queda cerrada a cal y canto.
Antes del postre los padres hablan del largo viaje que tienen por delante al día siguiente. Maletas en la habitación de la entrada, incluso la perrita pasara tres semanas en casa de una vecina, trueque cuidándose mutuamente los animales.
Ruido de cacharros en la fregadera, suena la grifería de dos llaves que asemejan timones de barco, azul agua fría, rojo también. La caldera de la vieja “chapa” de carbón precisa estar encendida para suministrar agua caliente, un autentico despilfarro para la época.
Es verano… cachorro verano que ladra en el verdor húmedo de los plataneros de la calle en cuesta.
Siluetas que se deslizan en el pasillo, perrita obediente que camina en silencio, cómplice involuntaria de la pequeña venganza que trama su joven compañero de juegos.
El trajín de la cocina va quedando amortiguado según se cierran las puertas, tantea la puerta principal que corrobora lo dicho por la ama de la casa, puerta cerrada que impide la huida a la plaza de los charcos.
Cambio de dirección que le aproxima al armario empotrado en desuso que hay en la salita de estar. La doble puerta empapelada exhibe dos ojos de cerradura con un estilo a ventana mozárabe que siempre le han atraído. No tienen pomos. No hay llaves, tampoco hacen falta. Las puertas simplemente se mantienen cerradas gracias a la presión que solo los vicios de la madera saben conseguir. Las puertas en un punto se aprietan con fuerza, se funden en vigoroso abrazo.
Introduce el mango de la cucharilla que se ha escondido en el bolsillo, en un punto concreto de la unión de las puertas gemelas. Una de ellas se abre mostrando un mundo de tinieblas textiles. El olor a naftalina es poderoso, encubriendo el más sutil del tabaco introducido en los bolsillos de los abrigos, que supuestamente absorben la humedad de la atmosfera propia del armario.
La perrita deja de menear el rabo al mostrarse ante ella una parcela de su territorio domestico que le ha sido vedado desde siempre. Olisquea el interior y retrocede un poco. El muchacho la coge en brazos y juntos atraviesan la frontera de la luz crepuscular.
Si difícil es abrir desde el exterior, más lo es cerrar desde el interior, el mango de la cucharilla vuelve a ser herramienta imprescindible, él conoce el punto exacto donde introducir el mango. Apretar ligeramente las dos puertas tirando de ellas con la ayuda de las uñas que siempre se niega a cortar, para acto seguido tirar de la cucharilla que cerrara las dos hojas.
Arte inconformista.

martes, junio 07, 2011

El armario empotrado 1ª Parte.




El sol se acuna en la fina línea del horizonte, azules, amarillos, naranjas y violetas trazan en el cielo caprichosas formas de pintor en pleno arrebato.
Las madres gritan los nombres de sus vástagos desde los balcones del pequeño barrio obrero. Más de un crio siente vergüenza al oír gritar el diminutivo de su nombre. Pies en polvorosa, agiles piernas en rápida aceleración, algún rezagado remolón al grito materno de llamada a cenar. Breves despedidas infantiles, mañana vamos a Jaizkibel… Pero después de cenar intentamos bajar a la calle otra vez, estamos de vacaciones.
Torcer la esquina derrapando con las gastadas suelas de las zapatillas, saltar los espaciados escalones de la calle de un solo brinco, frenar agarrándose al marco del portal con la mano izquierda, aprovechando la desviación provocada por la forzada frenada para encararse a las escaleras. Coger carrerilla en el rellano saltando los primeros cuatro peldaños de un solo salto, después brincar los peldaños de dos, en dos. Así hasta el tercer piso sin ascensor.
Se queda mirando la puerta de la casa de sus padres, se conoce todos y cada uno de sus detalles, le gusta leer la placa dorada con el apellido familiar retocado en negro por el padre, incluso la más diminuta de las gotas de pintura descolgada le resulta familiar y querida. Un agujero practicado en la puerta de la calle por el que se pasa una cuerda que sirve para correr el pestillo le devuelve la mirada, la cuerda ha sido jalada desde el interior por la madre.
Puño cerrado que golpea la puerta… Oreja pegada a la madera pintada de verde oliva, aguza su fino oído, y detecta el sonido de un cubierto al caer al suelo en la amplia cocina del hogar. Pasos que se acercan amortiguados por las alfombras del pasillo. Bienvenida de la perrita consistente en morder la pernera del pantalón, y menear la cabeza rápida y enérgicamente de un lado para otro. Pequeño rapapolvo por ser algo desobediente y después la calma de la cena.


Arte inconformista.

43ª Entrega.


¿Lleno ha rebosar de qué? -Me preguntó Carlos-

- De txerri... En euskera txerri quiere decir cerdo, cochino o marrano, como gustes. -Le aclaré la duda a mi primo-

- ¡Ha!

- Por lo que acabo de oír eres un aficionado a la cocina típica gallega.

“Aquel hombre me caía bien, desvié mi atención de la apetencia por comestibles hacía él... A pesar de que la educación no ayuda ha saciar los estómagos vacíos.”

- La verdad es que me considero un fanático admirador de la gastronomía gallega. Quizá se deba a que soy el producto ovarial final de una gallega con un buen par de trompas de Falopio y muy buena mano para la cocina. O puede ser simplemente la atracción que ha ejercido siempre en mi, Galicia y lo relacionado con ella. Siento debilidad por la “caldeirada” y el cocido, y el pulpo...

- Ya veo, ya...

“Se me hacía la boca agua, y temí ahogarme con mi propia saliva.”

- Vaya con el puto tiempo...

“Ricardo el taxista volvió ha activar los limpia-parabrisas, hicimos un stop y nos desviamos por una carretera secundaría que en pocos minutos nos acerco más al océano.”

- Supongo que serás un buen admirador del lacón. -le dije- ... en todas sus presentaciones.

- Faltaría más, mi mujer es una excelente cocinera y buena conocedora de nuestra gastronomía. Incluso yo mismo hago mis pinitos en la cocina con los platos tradicionales.

“La lluvia redoblaba sus esfuerzos por convertir nuestro trayecto en una odisea visual, Ricardo pasaba del veo, al no veo, en cada barrido del limpiaparabrisas.”


¿Lleno ha rebosar de qué? -Me preguntó Carlos-

- De txerri... En euskera txerri quiere decir cerdo, cochino o marrano, como gustes. -Le aclaré la duda a mi primo-

- ¡Ha!

- Por lo que acabo de oír eres un aficionado a la cocina típica gallega.

“Aquel hombre me caía bien, desvié mi atención de la apetencia por comestibles hacía él... A pesar de que la educación no ayuda ha saciar los estómagos vacíos.”

- La verdad es que me considero un fanático admirador de la gastronomía gallega. Quizá se deba a que soy el producto ovarial final de una gallega con un buen par de trompas de Falopio y muy buena mano para la cocina. O puede ser simplemente la atracción que ha ejercido siempre en mi, Galicia y lo relacionado con ella. Siento debilidad por la “caldeirada” y el cocido, y el pulpo...
- Ya veo, ya...

“Se me hacía la boca agua, y temí ahogarme con mi propia saliva.”

- Vaya con el puto tiempo...
“Ricardo el taxista volvió ha activar los limpia-parabrisas, hicimos un stop y nos desviamos por una carretera secundaría que en pocos minutos nos acerco más al océano.”
- Supongo que serás un buen admirador del lacón. -le dije- ... en todas sus presentaciones.
- Faltaría más, mi mujer es una excelente cocinera y buena conocedora de nuestra gastronomía. Incluso yo mismo hago mis pinitos en la cocina con los platos tradicionales.
“La lluvia redoblaba sus esfuerzos por convertir nuestro trayecto en una odisea visual, Ricardo pasaba del veo, al no veo, en cada barrido del limpiaparabrisas.”




Arte inconformista.