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viernes, marzo 06, 2009

1ª entrega de "El lobo Gallego"

















1ª entrega.


“Mi abotargado cerebro, y la demacrada cara de mi primo Carlos, me recordaban con machacona insistencia, que hacia ya más de 36 horas que no pegábamos ojo.
La estación de ferrocarriles de San Sebastián se encontraba abarrotada de gente y en ella reinaba el ruido en sus múltiples manifestaciones, ya fuera en forma de ruidos mecánicos, de zumbidos eléctricos, o de gritos humanos.
Solo faltaban restar dos días al calendario para entrar de lleno en esa hipócrita fiesta pagana que los supuestos cristianos llaman: Navidad.
Carlos tenia las conjuntivas inyectadas de sangre, el blanco de sus ojos, al igual que los míos, parecían sendos mapas de carreteras cuyos trazados hubieran sido delineados con finas rayas rojas.
Su mirada me preguntaba inquisitoriamente, el porqué de nuestra mala suerte.”

- Ya es puta casualidad ¿Porqué precisamente hoy? Dime... ¿Porqué?

“Preguntó sin apenas ganas mi primo Carlos, al mismo tiempo que desviaba su roja mirada hacia una mujer rubia y despampanante, cuyo destino hubiéramos querido compartir, por lo menos inicialmente, sin ningún genero de dudas.


- Creo yo –-contesté fijándome en los sugerentes movimientos de los téjanos- que la vieja matriarca pese a todos sus conocimientos, ha terminado como todo hijo de vecino nacido de madre, dejándose sorprender por la astuta parca, una mañana gris y lluviosa.

“Paseé mi mirada del monumental trasero de la joven a los fatigados ojos de Carlos.”

- A mí me da la impresión -escupió con rabia Carlos- que la vieja matriarca decidió morirse hoy, con premeditación, sabiendo que lo que más me molestaría ahora que llevo 36 horas sin dormir, sería un viaje de esta naturaleza.

- ¡Joder Carlos! –-me reí- ¿Quién me esta hablando? Tú. ¿O una resaca que a usurpado tu voz tomando el control de tu mente?

“Mi primo hasta hacia dos años había residido de toda la vida en tierras gallegas, habiendo pasado los últimos 24 meses en Londres, trabajando y perfeccionando su ingles.
La muerte de la abuela Carmen le sorprendió de vacaciones por tierras vascas.
Mis padres, mi hermana y su novio, partieron rumbo a Galicia aquel mediodía en el coche familiar.
Mi primo y yo tendríamos que conformarnos con engullirnos toda una noche de viaje en tren, con la única compañía de nuestras molestas y respectivas resacas.”

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