- Otra cosa que me
inquieta, es no saber quien es qué. Me refiero a que no sé el escalafón, ni la
jerarquía, de los que tú tildas de cooperativistas al estilo de Mondragón.
“Nos alejamos
de la ventana ciega, yo me senté en el sofá, ella siguió de pie, dando pasos de
un lado para otro, tensa cómo un animal salvaje recién capturado.”
- Si, allí estaban
sentados juntos al calor del fuego, tío Felipe,
tía María, tío Enrique, tío Manuel y tía Carmen.
- Ellos son los que han
acompañado a la abuela estos últimos años. Tía Celia, tía Dolores, tío José,
tía Maruja y yo, formamos la familia que salió de ese juego hace años, y me
atrevería ha decir que formamos el grupo de los neutrales que pueden inclinar
la balanza a uno de los dos lados, después de la lectura del testamento.
“Hice cuentas
y me salió un empate técnico entre blancas y negras. Aquello si tenía
contenido, después de todo aparecía más piezas en el juego que incrementaban
las variables del mismo. Quizá el problema era que todos estaban obligados ha
convivir en una sociedad cooperativa limitada, o quedarse sin tajada. Seguro que la postrera voluntad de la abuela,
contenía condiciones que afectaban a los negocios legales que actuaban de
tapadera de los otros negocios menos transparentes.”
- ¿Quién es la mano
derecha de la abuela?
- Cuantos años de
silencio, utilizando la distancia como herramienta, perdidos.
“Me
incorporé, la seguí en su continuo ir y venir por la amplia habitación.”
- ¿Quién es el
encargado? -necesitaba confirmación, sobre una duda que me mantenía clavado en
el mismo punto del camino-
- Tu tío Felipe fue su
segundo hijo, siempre mostraron una afinidad que iba más allá de la relación
filial de madre he hijo, ya que prácticamente hacían todo juntos. Este tío tuyo siempre mimó y protegió a su
hermano Enrique, seis años más joven que él, y lo convirtió en su fiel y leal criatura.
- ¿Enrique no es tu
hermano el abogado?
Arte inconformista.
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