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lunes, mayo 10, 2010

25 entrega

El lobo Gallego.


“El sellado ataúd descansaba todo su peso muerto sobre dos robustos caballetes de su mismo color, negro.
No existía presencia humana tangible en la habitación, exceptuándome a mí mismo. La escasa luz que forzaba la densa penumbra, procedía de 4 gruesos cirios rojos situados a la cabecera y a los pies de la caja mortuoria.
Mi sistema olfativo recogía y analizaba una fuerte fragancia procedente de las coronas de flores. Apoyadas en caballetes y repartidas a lo largo de las paredes de la estancia.
En ellas se podían leer en gruesas letras negras enmarcadas de dorado las siguientes inscripciones: “Recuerdo de tu marido, hijos y hermanos.” “Jamás te olvidaremos.” “Te echaremos de menos.”...Y así hasta la pared del fondo.
Lentamente mis ojos fueron leyendo y saltando de cinta en cinta, hasta quedar fijamente clavados en el féretro y en las oscilantes llamas de las velas.
Mis pies comenzaron ha avanzar despacio directamente al encuentro de la negra caja. Ante esta acción involuntaria por parte de mis piernas, grandes cantidades de adrenalina fueron volcadas en mi torrente sanguíneo y comenzaron ha estimular mi organismo, obedeciendo una tajante orden electroquímica de mi cerebro.
No era para menos, mis pies avanzaban con criterio propio, sin tener en cuenta para nada, mis fuertes deseos de salir corriendo.
Lo intente... miles de veces.


Mis pies comenzaron ha avanzar despacio...


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