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miércoles, junio 02, 2010

27ª enterga

El lobo Gallego.

Mi mano derecha inicio un lento pero constante ascenso hacía la tapa del ataúd, mis globos oculares casi estallan de la presión. Al mismo tiempo percibía un nuevo olor que se ocultaba tímidamente entre los más fuertes provenientes de la acumulación de flores y de la combustión de la parafina de los cirios. Era el suave y dulzón hedor de la muerte, cebándose en un cuerpo hasta hacía bien poco lleno de vitalidad.
Mi autómata mano asió la tapa y yo desee con toda mi alma que los pestillos del mismo estuvieran cerrados... Pero dadas las circunstancias era pedir en exceso, se hallaban burlonamente descorridos. La negra tapa comenzó ha sufrir un lento he inexorable ascenso.
Mis ojos no podían o no querían apartar la mirada de ella. Me encontraba petrificado de miedo, mi sistema nervioso era un caótico hervidero de mensajes de alarma y de llamadas a la acción.
Y lo único que conseguí hacer para remediar aquella angustia, fue quedarme allí plantado como un vegetal.
Permanecí sin poder apartar la mirada de mi emancipada mano diestra que ya había alzado la tapa hasta la mitad de su recorrido. Me hallaba al borde mismo del colapso total, mi cerebro chirriaba de impotencia prisionero de su propio cuerpo.



mi cerebro chirriaba de impotencia...


Página 38.

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