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sábado, marzo 24, 2012

77ª entrega

El Lobo Gallego.




- ¡Su puta madre! ¡Su puto padre!

“Me quedé mirando la ruina a la que se había visto reducido mi reloj de pulso. Desde luego la medía ducha le sentó fatal. Continué con el secado frotándome brutalmente con la toalla, buscando que mi piel reaccionara entrando en calor aunque solo fuera levemente, me vestí a toda máquina, y procurando dejar el baño tal como lo encontré abrí la puerta y salí al pasillo. A la derecha, por la puerta del comedor, salieron vecinos de la abuela, gente mayor. Me miraron, yo les correspondí con un gesto. La puerta enfrente del comedor chirrió y por ella apareció Carlos. Se acercó.”

- ¡Aleluya! Pensaba que Raquel te había devorado.-Me sonrió-

- Tiempo al tiempo y es posible que acabe siendo masticado metafóricamente.-Le contesté-

“Miré a la derecha, hacía el fondo del pasillo -Carlos hizo lo mismo- alguien salió de una habitación y se encaminó rumbo a la rustica cocina.”

- En ese dormitorio frente a la cocina está la abuela... Bueno, su cuerpo. -Me informó mi primo- ¿Quieres que vayamos ahora? Te acompaño.

“Alcé la mano con la que agarraba la muda usada y lo fulminé con la mirada.”

- Bonita tarjeta de presentación ante extraños. ¿No crees? Además, ¿Quién acompaña a quien?

“El cara pez de Carlos me observó a trabes de la pecera.”

- ¿Me acompañas arriba un momento? -Señalé la muda con la mirada-

- Bueno, que remedio. Puesto ha elegir sin tiempo para pensar, prefiero aguantarte a ti que a las beatas plañideras profesionales que velan a la abuela Carmen.

- ¡Joder! -exclamé- ¿Se puede saber que te ha ocurrido en mi ausencia?

“Nos encaminamos hacía las escaleras mostrando Carlos cierto alivio por abandonar la primera planta del caserón.”

- Lo cierto es que no ha sucedido nada fuera de lo previsible. Pero el encuentro con familiares a los que no veo desde hace tanto tiempo, me ha producido cierta urticaria. Tienen la extraña virtud de sacarme de mis casillas, y yo traspase los límites de mi capacidad de aguante hace unos mil años.




“Me quedé mirando la ruina a la que se había visto reducido mi reloj de pulso. Desde luego la medía ducha le sentó fatal. Continué con el secado frotándome brutalmente con la toalla, buscando que mi piel reaccionara entrando en calor aunque solo fuera levemente, me vestí a toda máquina, y procurando dejar el baño tal como lo encontré abrí la puerta y salí al pasillo.



Arte inconformista.

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