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domingo, marzo 11, 2012

76ª entrega.





- Buenas tardes, -Me saludó-
- Hola.

“Correspondí a su saludo sin darle ocasión de clavar sus dientes en mi cuerpo. -Metafóricamente hablando- Me desvié a la derecha y rogué al cielo que me concediera la gracia de la soledad hasta después de obsequiarme con una gratificante ducha.


Debí parecer el gato con botas, el que abarcaba siete leguas a cada paso, ya que me di de bruces con la puerta en cuatro pasos.


Mi mano salió disparada hacía el pomo, mi cerebro cruzó mentalmente dos dedos inexistentes, ansiando desesperadamente que aquella puta cerradura estuviera abierta.


Giré el pomo... Sonó un clic... Empujé levemente hacía dentro... Y la puerta cedió para gran sorpresa mía.


Cerré y corrí el pestillo mientras observaba el amplio cuarto de baño.

Me acerqué a la bañera y abrí la llave del agua caliente esperando que se obrara el milagro.


Hacía frío.


El grifo comenzó ha exhalar una leve cortina de vapor, tanteé con la mano el chorro del agua para comprobar la temperatura en ascenso, y cuando lo creí oportuno, me arriesgué ha desnudarme y meterme en la bañera. Regulé la temperatura del agua caliente abriendo un poco la llave de la fría. El agua caía en mis pies. Esperé... Y en el preciso momento en que la temperatura del liquido vital y yo estuvimos totalmente de acuerdo, accioné la palanca del “telefonillo” regándome inicialmente con agua fría.”





- Su... madre. –


“Enseguida la temperatura del agua se atemperó, lo cual agradecí.


El agua caliente descendía por mi cuerpo arrastrando el sudor añejo de una remota noche de farra. Fue como accionar un interruptor, mi cerebro se relajó y no dictó orden alguna codificada como señal electro-química a ninguna parte de mí hastiado cuerpo.


Mis putas neuronas comenzaron ha realizar malabares con los datos recogidos en las últimas horas que amenazaban con abrumar mi banco orgánico de datos.


Una pregunta floreció entre aquella maraña sin sentido. ¿Qué puede ser tan importante que obliga “Al lobo” ha ausentarse el día del entierro de su madre?


Mientras el agua caliente descendía en cascadas por todo mí cuerpo, intentaba desbrozar entre aquella espesura de suposiciones, opiniones y confesiones, la respuesta a una pregunta por lo menos. Respuestas que se convertían a su vez en supuestos que necesitaban a su vez de una nueva explicación. Un verdadero circulo vicioso que amenazaba con hacer saltar por los aires mi ya mermada capacidad de escudriñar en los recovecos de la situación en la que nos encontrábamos.

¿Estaría el bloque norte preparando la entrada de una partida de coca en el país?  ¿En Diciembre?


Creí recordar con exactitud lo que comentó Carlos en el tren: Dichas operaciones se efectúan por lógicas razones de seguridad una vez cada dos meses aproximadamente, independientemente de la estación del año, el único factor fijo es que se den unas condiciones meteorológicas mínimas.


Sería una casualidad que una de aquellas entregas hubiera coincidido con el fallecimiento de la abuela Carmen.


Era preferible pensar eso, que sospechar que todo obedecía a maniobras estratégicas que buscaran un posicionamiento más favorable en la nueva era pos-Carmen.


¿Dónde estaba el bloque sur?

No podía creer entonces en la terrible posibilidad de un enfrentamiento directo en el seno de la familia. Bastante tenía con aceptar que una gran parte de mis familiares jugaran con alegría al margen de la ley.


Me estremecí por dos lógicas razones. Primera: Un enemigo dentro de la familia, es un rival temible he impredecible. Segunda: Las moléculas de agua que serpenteaban por mi cuerpo se movían cada vez más despacio. Es decir, la temperatura del líquido más abundante del planeta estaba descendiendo a un ritmo acelerado.


Cerré los grifos antes de que el agua fría me congelara para la posteridad en aquel servicio de paredes de piedra.


Me aparté y abrí solo la llave del agua caliente, esperé un rato y comprobé que la puta caldera no estaba por la labor. Comencé ha tiritar.


No me quedó más remedio que conformarme con un aclarado. Me negué ha pensar en la posibilidad de que hubiera premeditación en el repentino enfriamiento del agua, del cuarto de baño, y de mi estado de animo a consecuencia de ello.


Salí de la bañera como una exhalación, jugándome la integridad física al pisar suelo resbaladizo. El frío de Diciembre me abrazó con premura. Me envolví en la toalla tiritando al tiempo que me friccionaba con ella en un vano intento de entrar rápidamente en calor.”   




texto aquí



Arte inconformista.

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