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lunes, abril 27, 2009

6ª entrega el lobo gallego.


- ¿Qué si la recuerdo? ¡Cómo puedo hacer para olvidarla! ...–-salté como empujado por un resorte mientras percibía a mi pesar, toda una señora resaca en plenas facultades, martilleando y machacando sin descanso mi vapuleado cerebro-

“Recuerdo con la precisión de un reloj Suizo que los ingredientes de aquellas pastas me abrieron un agujero tan grande en la cabeza, que tuve la impresión de que me lo hubieran hecho con un “Magnun” del calibre 38, disparado a bocajarro sobre mi sien derecha.
Agujero por el que experimente la angustiosa sensación de estar perdiendo: Memoria, sentimientos, motricidad, sentido del equilibrio, y demás cosas buenas que guardamos celosamente justo debajo del cuero cabelludo.
Aquellas “pastas” convirtieron mi cerebro en un cohete que creyó subir mil metros a una velocidad pasmosa,
cayendo a continuación en picado hasta impactar en el suelo, creando un gran agujero en el suelo.
10,9,8,7,6,5,4,3,2,1,0. Y el cohete salió disparado hacía el firmamento de nuevo, viendo lo bueno y sublime de la vida y de las complicadas relaciones humanas. Llegado a su punto álgido, descendió como un halcón, hasta desgarrar la presa llamada cordura he impactar en el suelo provocando un nuevo agujero que me sepulto en lo más oscuro de la mente humana, vi la maldad y la corrupción de la condición humana.
Subí más y más alto, profundice cada vez más y más hondo, y cuando mi cerebro no aguanto mas aquella angustiosa sensación de vértigo, recibí con los brazos abiertos a la salvadora inconsciencia...

- Tiene cojones la cosa Carlos... Me preguntas si lo recuerdo... decididamente tiene escrotos la cosa... como olvidarlo.

“Me levanté y cerré la ventana, los pestillos sonaron con un chasquido metálico. En el pasillo no se veía gente, corrí las cortinas y supuse que con un poco de suerte, y a pesar de las fechas, tendríamos el compartimiento para nosotros solos.”

- Pues sí, tienes razón, lo que recuerdo fiel y vivamente, -incluyo Carlos en la conversación- es cuando volvíamos de A ha B... -no se darán nombres de poblaciones que sitúen geográficamente la historia-... para relajarnos y “disfrutar” de la experiencia, aquellas pastas no nos dieron tregua y comenzamos a sufrir los envites de aquellas sustancias perniciosas, en mitad del camino.
Francamente, yo también lo pase fatal y perdí el sentido.
Mira que si nos llega ha ver alguien tirados en aquel prado perdido de la mano de Dios.
Aún hoy me asusta el hecho de que no fuéramos capaces de hablar coherentemente en 24 horas.

- Vaya mala fe que tenía la señora... –

“Escupí al recuerdo de aquella maldita “meiga” mientras me encendía un cigarrillo y buscaba de nuevo la posición horizontal que tanto aliviaba mi por momentos creciente resaca.”

-...Si es capaz, -añadí- de hacerle aquello a dos sobrinos consanguíneos suyos, que no será capaz de experimentar con extraños.


- Creo estar en posesión de una pequeña historia, posiblemente mitad chismorreo, mitad verídica, de lo más sabrosa. -Y llegado este punto, mi primo se calló-

“Carlos parecía divagar por las salas de su memoria, abriendo cajones de armario que guardan recuerdos, imágenes, olores, sabores, sonidos y tactos, recuerdo de lejanos y borrosos días.
El traqueteo del tren al pasar por las juntas de dilatación de los raíles, nos mecía cual bebés, produciendo un sopor no apto para escuchar “leyendas” y retener la información.
Carlos movió los labios.”
- Corría de boca en boca por el pueblo el rumor, incluso la policía llegó a efectuar una investigación, de que había despachado a un ex novio suyo de la juventud. Si es que a semejante personaje se le concedió alguna vez el don de ser joven.
El susodicho ex novio apareció mas fiambre que una momia egipcia de la época de Ramses II, en el punto quilométrico número 16 de una apartada carretera comarcal.
La autopsia reveló que en el momento de sobrevenirle la muerte, el índice de alcohol en sangre era nada menos que de tres gramos y medio por litro de sangre.
Alcohol suficiente como para anular la voluntad de un adulto sano, o provocarle un coma etílico a una persona delgada y con malos hábitos alimenticios.
Pero lo más curioso y lo que suscitó las sospechas tanto de los médicos forenses, como de la brigada de homicidios de la policía nacional, fue el hecho de hallarse en su cuerpo 27 sustancias toxicas diferentes, que taladraron literalmente su ulceroso estomago.
Lo más curiosa a mi modesto entender, es que la última cena de aquel desgraciado estomago, hubiera sido: Tortilla de patatas, y unas pastas acompañadas de anís.
Los médicos forenses no fueron capaces de explicar satisfactoriamente, si las sustancias ponzoñosas llegaron con la tortilla o con pastas, o por el contrario resultaron ser, el postre de una cena mortal por necesidad.
El contenido estomacal, compuesto por: Huevos, patatas, cebolla pochada, pan, alcohol y 27 exóticas toxinas, cada cual más perniciosa que la anterior, resulto ser un desafío faraónico para los patólogos
provinciales. Por la simple razón de que 9 de aquellas sustancias eran totalmente desconocidas para la farmacología, sin llegarse a entender como actuaban en el organismo humano. Fueron enviadas nueve muestras a Madrid...

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