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jueves, junio 18, 2009

La cascada mental.

La cascada mental.
Brotamos del manantial materno puros como el aire ártico, frescos como la rosa que amaneciendo descubre gotas de agua en sus pétalos.
Al poco de haber iniciado el curso de nuestra existencia vienen a unirse a nuestro caudal, regueros que promueven un cambio en nuestro ser original.
Recorremos paisajes montañosos a gran velocidad y con frecuentes saltos al vacío, la espuma que nos arranca la gravedad al caer se va disolviendo en riveras preñadas de flores.
Los buitres leonados observan desde las alturas.
Nuestro viaje pasa ha desplegar ante nosotros valles glaciares de gran belleza. La orografía de la vida nos va encauzando al tiempo que nuevas y más potentes corrientes nos hacen crecer y cambiar hasta el punto de no recordar como éramos al brotar.
Las bestias salvajes calman su sed en nuestro caudal. Los hombres quieren domarnos para mover sus ingenios mecánicos. Los peces y anfibios nadan con nosotros en la misma, o en distinta dirección.
Puentes unen nuestras riveras y separan a los hombres, puentes-frontera que traspasamos y olvidamos distraídos por la contribución de nuevos afluentes. La educación, la política, la religión, el sistema de consumo, las relaciones humanas, todas ellas sin excepción nos adulteran, y borran el más mínimo rastro de nuestra pureza original.
Conscientes de que seguir avanzando nos llevara al abismo, intentamos con remolinos detener nuestro avance, no podemos.
Damos de beber y refrescamos a las criaturas que saben gozarnos con respeto. Regamos sus huertas para que alimenten a sus hijos.
Las represas hechas por ellos nos retienen pero no detienen, sus saltos artificiales nos entretienen, indomables seguimos nuestro curso.
Nuestro lecho cambia al descender buscando tierras bajas que nos alejan del origen.
Su industria arremete con olores y colores que enturbian nuestro generoso caudal.
Todo va dejando sedimentos y porquería, las bestias salvajes no se dignan a beber en nuestra orillas, los peces hace tiempo que no nadan con nosotros. Cloacas y sumideros nos nutren, la gente nos arroja lo que le sobra y molesta, las latas y las cubiertas de coche se hunden en nuestro lecho, añoramos el paisaje de alta montaña.
Cruzamos los pueblos y ciudades que componen las etapas de nuestro curso en busca del mar. Las depuradoras señalan el fin de nuestro viaje fluvial. No nos aportan nada.
Desembocaremos en el gran océano para renacer en forma de lluvia.

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