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viernes, junio 05, 2009

10ª entrega.

Partida de billar.
- ¡Ya! Seguro...

“Sabes, nunca he sido demasiado hablador. Aunque interiormente mantengo un constante, y a veces muy desagradable monologo, analizándome a mi mismo, a mis congéneres, y a esta vida en general. Intentándole buscar un sentido básico a nuestra existencia. Ya sea al lado materialista de la vida, a la amistad, al amor, o al arte. Pero la cruel realidad es que no consigo percibir el verdadero sentido de las relaciones humanas, ni el cómo interactúan con el entorno que les rodea.
A fin de cuentas ¿qué es la amistad? Poder confiar ciegamente en otra persona. Risa me da.
¿Qué es el amor? Un simple desequilibrio hormonal. Preocupante.
¿Qué es el arte? El todo y la mas absoluta de las nadas.
¿Qué le pedimos a la vida? Seguridad material, seguridad afectiva, un camino preestablecido que el “homo Sapiens” lleva recorriendo obstinadamente miles de años.
¿Pero que buscamos acaso? ¿El equilibrio mental? ¿Una relación estable y cordial con los demás? ¿Planificar el futuro? En resumidas cuentas y sin desearlo, caer en la mas absurda de las monotonías siguiendo el ritmo que marcan los demás.
Fingir, actuar sin convencer la inmensa mayoría de las veces a nuestro entorno. Personalmente estoy hasta el gorro de reconocer docenas de patéticas y espantosas interpretaciones.
Supongo que esta podría llamar hipocresía, tiene su razón de ser en el hecho de que sirve para prevenir nuestro aislamiento.
¿Te imaginas si fuéramos diciendo lo que verdaderamente pensamos constantemente? Cuando lo intenté resulto ser bastante peligroso. Es el mejor sistema para hacer tambalear los cimientos de las amistades, de los amores y de todo lo que se te pueda pasar por la imaginación.”


- ¿Tú puedes guardar un secreto?... -Carlos me miraba percibiendo la vuelta de mi mente al vagón-

- Mira, siempre he pensado -repliqué- que si tú mismo violas una confidencia propia o ajena al comentarla con una segunda o tercera persona, pierdes todo derecho a exigir silencio.

- Hombre, si lo miras con esa óptica...

- Qué óptica ni que pollas, -vomite con ganas- ¿me quieres decir que los demás tienen la obligación de guardar silencio y tú no? Si eres el primero en infringir una norma no puedes exigir acatamiento a ella para los demás. Te recuerdo que somos hijos de los hombres y no de los dioses, y no tenemos ninguna prerrogativa que nos exonere de este principio. Cuando violas una confesión apuñalas por la espalda.

“El monótono y rítmico traqueteo del tren, media o por lo menos a mí me ayudaban a calcular, la aumentante distancia que me separaba cada vez más de mi ciudad natal y me acercaba inexorablemente a tierras gallegas.”

- Oye... ¿Porqué no continuas con la historia de los barcos?

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