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viernes, julio 01, 2011

45ª entrega.

“Mi dispersa mente en la mar de los sueños recuperó su morfología habitual de golpe y porrazo, gracias a un brusco frenazo efectuado sobre gravilla que hizo impactar mi cabeza contra la ventanilla.
Una vaca cruzaba delante del coche con su peculiar paso cansino guiada por un paisano.
Maldije por lo bajo al vidrio, y al padre, y la madre y los hermanos del descubridor de sus propiedades en la antigüedad.”

- Bueno... -Nos sonreía el taxista-... Estamos en el pueblo, si me decís a que parte exacta del mismo vais os llevo.

“Le mire ceñudamente, compartía junto al descubridor de las propiedades del vidrio, la atención de mi ataque de ira.”

- Por la ostia monetaria que nos vas ha dar, y por la “leche” literal que acabo de darme, no esperamos menos de ti... Carlos ¿Estas despierto?

- A medias...

- ¿Por donde?...Esto ha cambiado un poco en los últimos cuatro años.

“Carlos se desperezó y su expresión facial se transformo como por arte de meigas, se notaba una barbaridad que había llegado a casa. Sentimientos, que en aquellas circunstancias yo no podía compartir.
En mi sana opinión, me encontraba en territorio hostil, por decirlo así, en la antesala de lo que no se quiere saber.”

- Tuerce a la derecha y sigue recto... Ya te indicare luego por donde has de ir.

“ El animal y el pueblerino nos miraron con ojos vacunos.”

- Ni que le hubieras atropellado el ganado. -Le dije-

- Lo abre asustado... -El coche reanudó la marcha-

“Lentamente fui reconociendo las calles y algunos puntos concretos del pueblo que quedaron impresos en mi memoria
tras mi última y breve visita a Galicia de hacía cuatro años.”

- Ahora en ese cruce a la izquierda, y prácticamente hemos llegado.

“Pues si, aquella zona del pueblo la recordaba a la perfección. Era como una fotografía impresa a todo color en mi banco de datos orgánico.
Una desviación a la derecha, un recorrido de unos cien metros, un nuevo giro a la izquierda y un recorrido más breve, de unos cincuenta metros... y ¡Bingo!
Por fin la conclusión de nuestro periplo. O por lo menos aquello creía inocentemente yo.
Dejó de llover y un solitario rayo de luz acarició el salpicadero del Mercedes deslumbrándonos levemente”

- Ahora a la derecha...

“El Mercedes giró a la derecha y comenzó ha rodar derrapando ligeramente por el camino de gravilla, dejamos atrás un viejo y abandonado hórreo de piedra, y de repente, tras unos árboles centenarios, apareció la maciza casa de piedra de sillería de “la familia.”

- ¿Qué pasa aquí? -Se sorprendió Ricardo-

“Medía docena de hombres vestidos de caza y con escopetas al hombro nos miraban.
Frente a la puerta principal de la casa se hallaba aparcado cual cuervo negro, un amplio coche fúnebre, de cuyos costados pendían coronas fúnebres. Una docena de vehículos formaban guardia ante el centenario caserón.”

- No sé si debo decirte que no-pasa nada extraño... La cuestión es que nuestro viaje obedece las ordenes de un funeral... Nuestra Abuela...



“Mi dispersa mente en la mar de los sueños recuperó su morfología habitual de golpe y porrazo, gracias a un brusco frenazo efectuado sobre gravilla que hizo impactar mi cabeza contra la ventanilla.
Una vaca cruzaba delante del coche con su peculiar paso cansino guiada por un paisano.
Maldije por lo bajo al vidrio, y al padre, y la madre y los hermanos del descubridor de sus propiedades en la antigüedad.”

“Pues si, aquella zona del pueblo la recordaba a la perfección. Era como una fotografía impresa a todo color en mi banco de datos orgánico.
Una desviación a la derecha, un recorrido de unos cien metros, un nuevo giro a la izquierda y un recorrido más breve, de unos cincuenta metros... y ¡Bingo!
Por fin la conclusión de nuestro periplo. O por lo menos aquello creía inocentemente yo.
Dejó de llover y un solitario rayo de luz acarició el salpicadero del Mercedes deslumbrándonos levemente”

- Ahora a la derecha...

“El Mercedes giró a la derecha y comenzó ha rodar derrapando ligeramente por el camino de gravilla, dejamos atrás un viejo y abandonado hórreo de piedra, y de repente, tras unos árboles centenarios, apareció la maciza casa de piedra de sillería de “la familia.”

- ¿Qué pasa aquí? -Se sorprendió Ricardo-

“Medía docena de hombres vestidos de caza y con escopetas al hombro nos miraban.
Frente a la puerta principal de la casa se hallaba aparcado cual cuervo negro, un amplio coche fúnebre, de cuyos costados pendían coronas fúnebres. Una docena de vehículos formaban guardia ante el centenario caserón.”


- No sé si debo decirte que no-pasa nada extraño... La cuestión es que nuestro viaje obedece las ordenes de un funeral... Nuestra Abuela...





Arte inconformista.

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