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martes, febrero 14, 2012

75ª entrega

El Lobo Gallego.



- ¡Mierda! –-exclamé-

“La ceniza del maldito cigarro, casi cayó de lleno en mi ojo izquierdo al darle una intensa calada en aquella postura reposada. Busqué con la mirada un cenicero, pero no lo hallé. Me incorporé de mal humor y me quedé sentado en la cómoda cama.”

- ¿A que hostias estas jugando Raquel? -Me pregunté por lo bajo-

“Me levanté y me dirigí a una de las dos puertas que daban acceso a sendos balcones. Me decidí por el balcón que ofrecía vistas al lateral de la casa, salí y me apoyé en la barandilla. Ni que decir tiene que la situación atmosférica seguía siendo adversa y por momentos amenazadora.
Aplasté el cigarro en la baranda he introduje la colilla asfixiada en el bolsillo de la cazadora, ya que percibía un importante nexo de unión con la Madre naturaleza.
Volví al interior del dormitorio que se me había asignado, me despojé de la pesada cazadora de cuero arrojándola encima de la amplia cama matrimonial. Me agaché en el rincón donde estaba la mochila y busqué dentro una toalla y unas mudas, mi intención era obsequiarme con una larga y reconfortante ducha. Salí al pasillo y giré la cabeza mirando hacía ambos lados, nadie...”

- Mejor para mí.

“ ...Recorrí el breve trecho hasta los dos servicios adosados y probé con el de la derecha, cerrado. Lo intenté con el de la izquierda con idénticos resultados. Si la mala suerte fuera tangible y poseedora de un cuerpo físico al cual poder golpear, me hubiera ensañado con ella hasta la extenuación. Me quedaba como opción una alternativa que no me convenció lo más mínimo, dadas las posibilidades de tener un encuentro no deseado.
Esa variable consistía en bajar a los servicios de la primera planta, confiando en que mi alma gemela llamada mala suerte no hiciera acto de presencia.
Esperar a que uno de los servicios de la segunda planta quedara libre se me antojaba una espera imposible. Mi estomago necesitaba con urgencia algo comestible que descomponer con sus jugos gástricos. La tregua que mi sistema digestivo me impuso fue muy sencilla, tiempo justo para la higiene, nada de esperar a que dos canallas acaparadores de baños finalizaran con sus abluciones matinales.
Me pertreché con toda la sangre fría que fui capaz de hallar en mi vapuleado organismo, y con paso decidido tracé rumbo hacía las escaleras por las que se había “sumergido” Raquel.
Buceé descendiendo los peldaños de dos en dos, y cual pedazo de plomo llegué al fondo en un abrir y cerrar de ojos.
Nada mas tocar fondo me topé con un tiburón-tigre al que no reconocí ni por los dientes.”




“ ...Recorrí el breve trecho hasta los dos servicios adosados y probé con el de la derecha, cerrado. Lo intenté con el de la izquierda con idénticos resultados. Si la mala suerte fuera tangible y poseedora de un cuerpo físico al cual poder golpear, me hubiera ensañado con ella hasta la extenuación. Me quedaba como opción una alternativa que no me convenció lo más mínimo, dadas las posibilidades de tener un encuentro no deseado. Esa variable consistía en bajar a los servicios de la primera planta, confiando en que mi alma gemela llamada mala suerte no hiciera acto de presencia. Esperar a que uno de los servicios de la segunda planta quedara libre se me antojaba una espera imposible. Mi estomago necesitaba con urgencia algo comestible que descomponer con sus jugos gástricos. La tregua que mi sistema digestivo me impuso fue muy sencilla, tiempo justo para la higiene, nada de esperar a que dos canallas acaparadores de baños finalizaran con sus abluciones matinales.



Arte inconformista.

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