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viernes, agosto 12, 2011

61ª Entrega "El lobo Gallego"



Creo que debí quedarme como alelado, observando aquellas decrepitas manos.
En mi cara él leyó con total y absoluta claridad, mi determinación de no colaborar en aquella cuestión de modales.
Decidí actuar en concordancia con los dictados de mi conciencia.

- Carlos, voy ha entrar en casa... -Le ofrecí su mochila-Hasta luego.

“Juan en posición de espera bajó la mano, su cara reflejó el desconcierto sufrido. En su caos interno seguro mentó a todos los míos, sin omitir a nadie.
Giré 180 grados y note su rencor corroyendo mi espalda.
El taxi de Ricardo pasó a mi lado y levanté la mano en señal de saludo. Un murmullo se extendió entre Juan y Carlos.”

- ¡Quién pudiera irse contigo! –-exclame por lo bajo-

“Aceleré el paso hacía la entrada principal de la casa cambiando la mochila de mano sobre la marcha.
Los seis cazadores apostados a escasos 10 metros de la puerta desmontaban sus escopetas y las metían en sus fundas.
Un fugaz saludo y los rebase con gusto. ¿Quiénes eran? ¿Qué hacían de esa guisa cual guardia pretoriana?
Tuve el presentimiento de que a partir de ahora conseguir respuestas iba ha ser lo mismo que exponerse ha tener problemas.
Cuando me hallaba a unos dos escasos metros de la puerta, esta se abrió hacía dentro con determinación.
Por ella asomaron los ciento ochenta centímetros de estatura de mi futuro cuñado.”

- ¡Pendejo! ...A ti tenía ganas de verte la geta.-Me lancé sobre él, como la leona lo hace sobre el impala, a matar-

- Sé por donde van los tiros -se–excusaba Mariano- pero no es lo que tu especulativa mente ha construido.

“Carlos y Juan se acercaban por detrás en un animado cuchicheo.
Mariano no se apartaba de la vertical del dintel de la puerta.”

- ¡Que no es lo que yo imagino! ¿Saben tus neuronas enanas lo que nos ha ocurrido a Carlos y a mí en la estación? -Dispare verbalmente a Mariano en pleno rostro, para ser más exacto, le di entre las cejas con un residuo salival fruto de mi ira-


Creo que debí quedarme como alelado, observando aquellas decrepitas manos.
En mi cara él leyó con total y absoluta claridad, mi determinación de no colaborar en aquella cuestión de modales.
Decidí actuar en concordancia con los dictados de mi conciencia.

- Carlos, voy ha entrar en casa... -Le ofrecí su mochila-Hasta luego.

“Juan en posición de espera bajó la mano, su cara reflejó el desconcierto sufrido. En su caos interno seguro mentó a todos los míos, sin omitir a nadie.
Giré 180 grados y note su rencor corroyendo mi espalda.
El taxi de Ricardo pasó a mi lado y levanté la mano en señal de saludo. Un murmullo se extendió entre Juan y Carlos.”

- ¡Quién pudiera irse contigo! –-exclame por lo bajo-

“Aceleré el paso hacía la entrada principal de la casa cambiando la mochila de mano sobre la marcha.
Los seis cazadores apostados a escasos 10 metros de la puerta desmontaban sus escopetas y las metían en sus fundas.
Un fugaz saludo y los rebase con gusto. ¿Quiénes eran? ¿Qué hacían de esa guisa cual guardia pretoriana?
Tuve el presentimiento de que a partir de ahora conseguir respuestas iba ha ser lo mismo que exponerse ha tener problemas.
Cuando me hallaba a unos dos escasos metros de la puerta, esta se abrió hacía dentro con determinación.
Por ella asomaron los ciento ochenta centímetros de estatura de mi futuro cuñado.”

- ¡Pendejo! ...A ti tenía ganas de verte la geta.-Me lancé sobre él, como la leona lo hace sobre el impala, a matar-

- Sé por donde van los tiros -se–excusaba Mariano- pero no es lo que tu especulativa mente ha construido.

“Carlos y Juan se acercaban por detrás en un animado cuchicheo.
Mariano no se apartaba de la vertical del dintel de la puerta.”

- ¡Que no es lo que yo imagino! ¿Saben tus neuronas enanas lo que nos ha ocurrido a Carlos y a mí en la estación? -Dispare verbalmente a Mariano en pleno rostro, para ser más exacto, le di entre las cejas con un residuo salival fruto de mi ira-




Arte inconformista.

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