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domingo, septiembre 23, 2012

85ª entrega El lobo Gallego


El lobGallego.


“Giré ciento ochenta grados y aceleré el paso hacía el umbral de la puerta. Entonces me percaté en las bisagras libres de ataduras, la puerta al igual que la cama y resto de mobiliario habían sido oportunamente retirados. Mis ojos humedecidos se cruzaron con la mirada de Carlos el salvador. Crucé el umbral sintiendo como las miradas se clavaban en mi espalda y costado con la misma intensidad que una saeta disparada con ballesta de combate.”

 -...Ahora y en la hora de nuestra muerte, amen...

 “Torcí a la derecha para a los pocos segundos darme cuenta de lo equivocado de la dirección. Llegué a un punto de aturdimiento próximo al tope permitido. Volví ha cruzar frente al umbral de la puerta.” 

 -...Gloria al Padre, y al Hijo, y al espíritu Santo...

 “Al fondo del pasillo divisé por el rabillo del ojo a mis padres en animada conversación con Claudia y Amador. Mi madre sobrellevaba la muerte de la abuela con entereza, seguro que después de todo un viaje lleno de lagrimas que literalmente la vació por dentro. Vi como se despedían de mis tíos buscando las escaleras que Carlos y yo habíamos utilizado al bajar de la habitación. No supe si arriesgarme a entrar en la cocina ha comer algo. Lo normal sería encontrar a la abuela preparando algún plato para los invitados. Pero esta vez no iba ha ser.”

 -...Santa María, Madre de Dios...

 “Aquello me decidió definitivamente, Carlos salió como una exhalación y se unió a mi frenética huida a ninguna parte.”

 - Ahora comprendo en su justa medida tu afirmación de antes al llamarlas “viejas beatas de postal.”

 “La puerta de la cocina estaba cerrada, la gente que pudiera estar dentro era una incógnita.”

 - Eso no es nada, -me miró Carlos- ya veras como el panorama dentro de la cocina no es mucho más edificante. Antes, dada la situación de acoso que sufrí con preguntas sobre la trayectoria de mi vida en los dos últimos años, me excuse bebiendo a todo trapo un vaso de agua, yéndome sin probar bocado.




“Aquello me decidió definitivamente, Carlos salió como una exhalación y se unió a mi frenética huida a ninguna parte.” - Ahora comprendo en su justa medida tu afirmación de antes al llamarlas “viejas beatas de postal.” “La puerta de la cocina estaba cerrada, la gente que pudiera estar dentro era una incógnita.” - Eso no es nada, -me miró Carlos- ya veras como el panorama dentro de la cocina no es mucho más edificante. Antes, dada la situación de acoso que sufrí con preguntas sobre la trayectoria de mi vida en los dos últimos años, me excuse bebiendo a todo trapo un vaso de agua, yéndome sin probar bocado.


Arte inconformista.

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