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viernes, octubre 29, 2010

31ª entrega

El lobo Gallego.

- Mira “primo” no te lo tomes como algo personal, es simplemente una cuestión de principios.
Si hubieras venido de paisano y con tu coche particular, no tendría ningún reparo en que nos llevaras.
Pero de esta manera no me queda mas remedio que ir pensando en desayunar algo, y buscar un taxi.

- ¿Y tú que opinas? –-Se dirigió a Carlos, que parecía haberse recuperado ya de la sorpresa originada en él, gracias a mi poca podríamos decir, diplomacia-
- Pues bueno... -Dudó un rato-... Teniendo en cuenta que he pasado el mal trago de este viaje con él, y que más o menos convergen en el mismo punto nuestras opiniones respecto a este asunto en concreto, creo que yo también pienso en la posibilidad de un taxi.
“Maxi en esos momentos parecía a punto de estallar en innumerables pedazos.”
- No me esperaba este desprecio por tu parte... -La ira inmensa que le ofuscaba sin tregua, no le dejaba articular correctamente las palabras-... De este es posible, -me miró ceñudamente- pero tú me has defraudado. Ya nos veremos.

“Dio medía vuelta y prácticamente marcando el paso de la oca abandono el compartimiento.
Carlos y yo nos quedamos mirando fijamente la puerta abierta.
Transcurridos unos minutos en total silencio por nuestra parte, me puse la cazadora de cuero, me enfunde las botas, recogí y cerré mi mochila, para abandonar aquel habitáculo sin mirar siquiera si me dejaba algo.
El pasillo lateral del vagón aparecía despejado de viajeros. ¿Dónde estaba el bullicio del tren al llegar a la última estación? ¿Cuánto tiempo llevaba aquel tren parado mientras dormíamos?
Dio medía vuelta y prácticamente marcando el paso de la oca abandono el compartimiento...

Página 41.

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